Con fuerza interior y un pase de magia


Peñarol derrotó a Quilmes por 82 a 79. Peleado con el aro, con 26% en triples y 40% en libres, el equipo de Rivero sacó el clásico adelante con dominio de rebotes y tiros cercanos al canasto. Leiva, con 17 puntos y 20 recobres, gran figura.

No hay caso con la paternidad de Peñarol. Quilmes le planteó la oposición más dura de los últimos tiempos. Y, como si fuera poco, sufrió una enormidad por sus problemas para anotar desde la línea y desde lejos. Tuvo que cambiar y recurrir a su mayor poderío físico para encarrilar el partido con supremacía en la lucha aérea y lanzamientos cercanos. Y lo terminó de definir con una genialidad de Campazzo, el muchachito de la película, a falta de diez segundos. En defintiva, por la undécima fecha de la Liga Nacional, los de Fernando Rivero se impusieron 82 a 79, extendieron su paternidad y dieron un gran paso hacia el Súper 8 de Mendoza.

El arranque del partido poco tuvo que ver con los flojos espectáculos que se están viendo aquí y en toda la Liga Nacional. Tampoco con la instalada creencia de que los clásicos casi siempre son cerrados.

Por el contrario, el primer cuarto fue por demás abierto. Y los dos entrenadores deben haber terminado alarmados con la cantidad de puntos encajada por sus equipos. Peñarol sorprendió con Campazzo de movida. Y el base empezó endemoniado, clavó un par de triples, Leo Gutiérrez se asoció a la fiesta con otro y, como si fuera poco, Leiva dañaba en el poste bajo con puntos y rebotes de ataque.

El equipo ?milrayitas? picó en punta. Pero Quilmes no lo dejó escapar. Y sus problemas defensivos los solucionó atacando. Sahdi condujo bien, Baxley fue imparable con sus rompimientos, lo mismo Marín y las coordinaciones ofensivas lucieron prolijamente aceitadas.

No sólo equiparó el equipo de Ramella. A falta de poco más de tres minutos para el final del cuarto inicial había anotado nada menos que 25 puntos y sin depender demasiado de jugador alguno.

Tal fue el descalabro defensivo ?milrayitas? que Rivero recurrió a una variante desesperada. El ingreso de Weigand para jugar de ?3? para que Boccia se encargue de Baxley. Así logró cerrar la grieta.

Quilmes ganó ese primer parcial por 27-22, pero apenas anotó dos puntos en los tres minutos finales del cuarto inicial.

Esa tendencia, la de la superación defensiva de Peñarol, se mantuvo en el segundo parcial. En los primeros dos minutos y medio no permitió puntos rivales y anotó nueve del otro lado. Boccia fue el gran líder de la ofensiva ?milrayitas? del segundo parcial y un problema insoluble para Quilmes, además, con su decisión para cargar el rebote de ataque. El rosarino no sólo lideró esa escapada. Sostuvo la producción ofensiva en todo momento con sus anotaciones en transición o de media distancia. Gutiérrez y Leiva lo acompañaron con apariciones oportunas. Y Campazzo fue clarito mientras estuvo en la cancha.

Peñarol siempre fue al frente en ese segundo segmento. La defensa, en ese tramo, no lo traicionó. Cerró los caminos interiores y dominó el rebote (25-15 en la primera mitad, con 10 capturados por Leiva). Baxley, siempre Baxley, fue el único que escapó de las previsiones, ahora absorbiendo más juego que de movida.

El goleador quilmeño, con nueve puntos en el parcial, fue responsable de que Peñarol no se escapara más. Y también los raquíticos porcentajes de los dirigidos por Fernando Rivero en triples y tiros libres: 31% en ambos casos con 4 conversiones en 13 intentos.
De todos modos, se fueron al descanso 46-41 arriba.

Pero nada estaba dicho. En el tercer cuarto, Quilmes produjo defensivamente lo mejor de la noche. Y eso que, con Boccia o Gutiérrez, Peñarol lo siguió lastimando en el poste. Pero el elenco de Ramella no permitió corridas, ni tampoco tiros de tres puntos.

Del otro lado, le costó poner el balón interior. Pero apareció Facundo Piñero, con diez puntos en ese lapso, para mostrarse como un buen complemento al poder de fuego de Baxley, siempre inquietante. Entre ambos se combinaron para marcar 16 de los 20 puntos de su equipo y así se llegó al cuarto final con empate en 61.

Peñarol, sin embargo, no se salió de su plan. Siguió buscando el juego interior, las anotaciones cercanas a la canasta ante un rival que oponía un solo interno definido y a Piñero tratando de bancar a Gutiérrez. Así volvió a lastimar adentro, sobre todo buscando a Leiva. Y cuando Weigand anotó un triple (después de casi dos cuartos sin anotaciones perimetrales), escapó a 71-63.

¿Definido? Nada que ver. Una falta, seguida de un técnico por protestar, de Kejuan Johnson sobre Baxley puso a Quilmes enseguida en juego. Además, a medida que corrían los minutos, Peñarol sufría la erosión de las faltas personales. Salió Weigand por cinco y, a falta de tres minutos, estaban con cuatro Leiva, Campazzo y Boccia.

Así llegaron al final palo a palo. Los nervios, en ese cierre, jugaron varias malas pasadas. A falta de 50? un nuevo doble de Baxley puso a Quilmes a un punto (79-80). A continuación, la perdió Campazzo. Luego, Marín. Los dos obligados por faltas no cobradas.

Con treinta segundos por delante, Peñarol se decidió a jugar una posesión larga. No aparecieron alternativas de pase y se la jugó Campazzo, quién si no, el jugador del que más se había hablado en la previa. Y se jugó una penetración en tierra de gigantes. Cayéndose, con vidrio, metió el tiro del partido en la cara de Romero, quien luego no pudo convertir de tres del otro lado. Una vez más, el festejo fue ?milrayitas?.

Síntesis:

Quilmes (79): F.Sahdi 9, W.Baxley 27, F.Marín 13, M.Maciel 5cy M.Ghersetti 8 (FI); D.Romero 4, F.Piñero 13, L.Ortiz 0 y T.Moledous 0. DT: Leandro Ramella.

Peñarol (82): F.Campazzo 14, K.Johnson 4, A.Boccia 26, L.Gutiérrez 14 y M.Leiva 17 (FI); M.Ibarra 0, A.Weigand 7 (x), G.Fernández 0 e I.Sosa 0. DT: Fernando Rivero.

Estadio: Polideportivo Islas Malvinas.
Arbitros: Alejandro Chiti-Alejandro Ramallo.
Progresión: 27-22, 41-46 y 61-61.

Fuente: La Capital

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