Trabajosa victoria de España ante Francia


España ya está en semifinales! En un encuentro verdaderamente agónico y tenso, el combinado de Scariolo logró superar un mal inicio (22-17) y un gris segundo cuarto (37-34), para entrar en el partido gracias a Marc Gasol en el tercer acto (37-41, m.23).

El combinado galo, con Diaw y Pietrus sorprendiendo por su efectividad en el lanzamiento exterior, no solo volvieron al partido tras la reacción española, sino que consiguieron otra vez una renta de 4 puntos (53-49, m.29), que no pudieron mantener en el último periodo.

La aparición de Llull, clave por su defensa a Parker, y la paciencia en un encuentro de puntuación pírrica, entregaron a España las llaves de la semifinal para impotencia de una Francia que no pudo romper su maldición y se despidió de las medallas con poca deportividad.

La fórmula de siempre

Escribía Pío Baroja que una verdad jamás se puede exagerar. La verdad no tiene matices. La mentira, muchos. Por ello, cuando, segundos antes de que el balón volase por el aire, la tez de Pau Gasol se asomó a la cancha, no había espacio para más debate. Derrotas buscadas, mentiras forzadas y éticas propias y ajenas -también la de la desmemoriada Francia- a un lado. La verdad, la única verdad, la del gesto serio y lleno de rabia de Pau es que el mundo empezaba y acababa en ese partido de cuartos.

España se sentía ogro y acabó tirando piedras con onda en un arranque muy por debajo del que ese rostro cargado de motivación, concentración y orgullo de la estrella española hacía presagiar. Un triple que nunca entró, fruto de la precipitación de un Turiaf con ganas de taponar hasta las botellas de los aficionados, la única alegría en el primer acto de España, que solo se vio por delante durante segundos. Los que tardaron Diaw –primer triple en el torneo-, Parker y Batum en darle la vuelta a la tortilla.

La fórmula parecía tan lógica que dolía por sencilla. Un cuatro abierto haciendo daño –Diaw disfrazado de Khryapa-, una circulación paciente del balón, con Tony Parker eligiendo siempre la mejor opción o el tiro más sencillo para un compañero. Los pívots triangulando, aprovechando las lagunas defensivas de España, y una defensa correcta para provocar un cortocicuito español a las primeras de cambio (14-9, m.6).

Pau Gasol se resistía a la superioridad gala, mas, por momentos, predicaba en el desierto. Sin agua, sin alimento, sin fe. Sin nadie. Y es que los exteriores no veían aro. Ni Rudy, ni Navarro, ni Llull. Un triple en diez intentos. El triple que nunca entró. Al menos, Sergio Rodríguez, que había aportado frescura y velocidad desde su entrada en pista, se inventó un alley oop para que Rudy cerrase el cuarto con mate (22-17) y, por un instante, España volviese a su realidad, esa de gritos, celebraciones y palmas en la que siempre se sintió más cómoda.

El espíritu de Pietrus

Diaw había tirado 5 triples en todo el torneo. Pietrus, solo tres. En ninguna de las ocho ocasiones, uno logró encestar. Hasta hoy. De la casualidad a la causalidad, primero fue Boris el ejecutor, prolongando su excelso primer periodo con otra canasta (10 primeros puntos sin fallo) para hacer olvidar pronto el alley oop español. Más tarde Florent, viejo conocido español, el que jugó unos minutos de vértigo para hacer más grande a su equipo.

Equipo. Tan simple como eso, equipo. España se perdía en las individualidades que, a duras penas, le mantenían con vida en el partido -29-25 tras dos canastas de Rudy-, mas el cuarto seguía teñido de blanco, de un blanco tricolor con aroma a lucha, a espíritu, a venganza. La de Pietrus en forma de dos triples para dinamitar una zona 2-3 de España sin agresividad ni alma (35-28, m.16) y contagiar a una Francia que volaba en pista, con tapones, y en el luminoso, con una ventaja que jamás disminuía.

Con todas las alarmas encendidas y un ataque exterior en el más lejano de los limbos, España elevó su nivel defensivo para agarrarse al partido, del que hacía la goma constantemente. En la parte final del segundo acto, a Francia también se le fundieron los plomos, más fallona desde fuera y sin la alegría de los Diaw, Pietrus y Parker en ataque, lo que España aprovechó, a base de tiros libres, para llegar al descanso con la lengua fuera… pero con vida (37-34). Y esa era la verdad más deseada.

Alegría sin premio

El basket es talento, obvio. El basket es físico, por supuesto. Empero, el basket es, o al menos debería de ser, sin excepción alguna, alegría. Y esta, como el miedo, como el amor, cada cual lo crea de forma libre. Francia la construía desde un juego poco vistoso, sí, pero siendo fiel a sí misma. España, en el tercer periodo, encontró por fin la alegría corriendo, sintiendo, gritando.

Una carrera, la de Calderón, reducía tras robo la ventaja francesa a su mínima expresión. Un sentimiento, el de Marc, contagiaba de fe sus compañeros recordando, con sus tiros libres para poner a España por delante (37-38), que el resultado era ideal pese a la extensa hoja de errores. Un grito, el de todo el banquillo español, celebrando el triple del propio Marc, hacía ver que España, la de verdad, había vuelto. 37-41 (m.23) tras 0-7 y escenario totalmente nuevo.

Los de Scariolo, con tres chispazos, amenazaban con romper, mas el idilio de España con los parciales, a favor y en contra, condenaba el partido a un desenlace mucho más igualado que ellos deseaban. Cuando Francia abrió los ojos, la igualdad regresó de golpe. Máxime, cuando a su oponente se le atragantaba el juego en estático. Un triple de Diaw volvía a poner por delante al conjunto galo y otro de Parker le daba a su equipo una situación más cómoda, paradojas del deporte, de la que tenía al descanso (53-49), a pesar de que las sensaciones eran opuestas y mucho más favorables para España. Navarro, para compensar, acertó con dos tiros libres que aplazaban para el último cuarto la batalla. Una batalla que fue guerra.

El valor de un punto en la guerra

Sergio Llull volvía contrariado a su pista a defender. Solo había anotado un tiro libre y sentía que se había dejado un punto por el camino. Si en ese momento alguien le hubiera contado el peso de cada uno de ellos en el secanal del último periodo, quizás el menorquín hubiera vuelto con los brazos en alto su 53-52 inicial.

Como las hormigas, grano a grano y punto a punto. La vida estaba atrás. Las semifinales se encontraban en la defensa. Una caja más uno, con Llull disputando sus minutos más esenciales en todo el campeonato por su excelente defensa a Parker, era el órdago de Scariolo a una Francia que, tras la canasta inicial de Traoré, se quedó sin más argumentos.

Y eso que pudo abrir brecha el propio Parker, fallando un sencillo tiro que hubiera puesto a los suyos con cinco de ventaja, para que a continuación San Emeterio volviese a dejar a España con uno de desventaja. Un minuto más tarde, fue De Colo el que tembló en ataque, con Pau taponando, Ibaka mandando un pase de fútbol americano a Llull, que se colgaba en el instante de mayor catarsis española en todo el encuentro: 57-58.

”Maybe you’ re gonna be the one that saves me” (“Quizás vayas a ser tú el que me salve”), sonaba con los acordes de Oasis en la grada durante el tiempo muerto más tenso de todo el campeonato, aquel del que Llull regresaba reconvertido en base por primera vez en el torneo. Las defensas habían marcado el partido y las defensas terminarían de dictar sentencia, sin que ningún ataque se atreviese a levantar la voz, rotos entre los nervios y la falta de ideas.

La tensión era enorme y un punto sería la gloria, mas no llegaba para nadie. Fallos y más fallos, con el balón convertido en hierro candente y Rudy Fernández cerrando absolutamente todos los rebotes defensivos de España. Uno de ellos le permitió ir, tras recibir falta personal, a la línea de tiros libres y marcar una ventaja (57-60) que parecía inmensa a falta de minuto y medio. A la siguiente jugada, otra vez Rudy entró en escena para taponar el tiro de Parker, antes de que Pau asistiese a su hermano para que Marc levantase, más que nunca, los brazos en señal de victoria (57-62).

El encuentro, ahora sí, estaba roto y Francia, desquiciada por su nefasto cuarto (6-15), por su historial contra España y por perder un choque que tuvo en su mano contra un combinado que puso mucho de su parte para ello, no mantuvo la cabeza fría. Dos antideportivas, a Turiaf y Batum, la última tras agresión injustificable a Navarro, emborronaron su correcta imagen previa, y sacaron, aunque fuese a golpes, el caracter de España, que celebró su tercera semifinal olímpica (59-66) como si fuese la primera, a pesar de dejar seguir dejando muchas dudas por el camino.

Mejor vivir con dudas que morir con certezas. Y es que, como escribía Machado, peor que ver la realidad negra es el no verla. La de España, lejos del negro y cerca de la luz de las medallas, se viste de revancha y mira ya a los ojos de Rusia.

Síntesis

Francia (59): Batum (9), Parker (15), Diaw (15), Turiaf y Gelabale (4) -equipo inicial-, Seraphin (2), Traore (2), Bokolo, Pietrus (10) y De Colo (2).

España (66): Pau Gasol (10), Rudy Fernández (9), Navarro (12), Calderón (5) y Marc Gasol (14) -equipo inicial-, Sergio Rodríguez, Reyes (2), San Emeterio (2), Llull (8) e Ibaka (4).

Árbitros: Cristiano Maranho (BRA), William Kennedy (USA) y Christos Christodoulou (GRE).
Estadio: North Greenwich Arena
Concurrencia: 14.826 espectadores.

Fuente: ACB.com

Comentarios