Caída con la frente en alto


En un final de locura (y polémica), Rusia se impuso a la generación dorada argentina y se estrena en el medallero olímpico. El conjunto europeo nunca había pasado de cuartos de final en unos Juegos Olímpicos y, en Londres, se acaba colgando un gran bronce, como premio a un también gran torneo.

Gracias especialmente a un sublime Alexey Shved, que jugó su mejor partido del campeonato, con 25 puntos, 7 asistencias y una sola pérdida de baón. Y, lo que es más importante, asumiendo la responsabilidad en los momentos finales, con tiros clave y un triple en el último minuto para dar la vuelta en el marcador. Aunque fue Andrei Kirilenko (20 puntos y 8 rebotes) el sustento durante largos minutos, Shved ha sido la estrella decisiva en final decisivo.

Argentina no obtiene el premio a otra extraordinaria muestra de... argentinidad. Solo les describen adjetivos propios. La generación que más últimos campeonatos ha jugado de la historia del baloncesto. Llevan siendo veteranos tantos campeonatos... Se lleva escribiendo sobre su última oportunidad ya tantos años... Argentina no ha obtenido medalla, pero nadie osará decir que no volverán a tener una oportunidad.

El descaradísimo inicio, con dos equipos que parecían salir sin rémoras mentales a por el bronce, proporcionaba ataques desacomplejados, en dos equipos verticales. Primero era Kirilenko, resarciéndose de su semifinal con los cinco puntos iniciales de Rusia. De su mano, Rusia empezaba a coger ventajas, pero aparecía el mejor jugador de la historia del baloncesto argentino para poner a los suyos por delante (14-12). El festival de Manu Ginóbili había empezado (terminó con 21 puntos), que se iba al banquillo con dos faltas personales en el minuto 9.

Los triples –de Nocioni y Delfino– mantuvieron a Argentina por delante en el primer periodo (20-19), pese a que Fridzon había empezado a anotar con facilidad. El duelo parecía volverse de tiradores. Delfino tomaba el relevo anotador en la albiceleste, a la que ponía 25-21 gracias a un robo de pillo de Prigioni cuando Rusia sacaba de fondo. Las cosas no iban bien para los europeos, cuyos ataques acababan en triples por falta de alguna posibilidad mejor, y cuya defensa ofrecía demasiados espacios.

Tras el tiempo muerto, Rusia tardó menos de un minuto en empatar. El acierto desde 6,75 –mejores opciones de lanzamiento que las anteriores– lo hizo posible. Argentina pasaba por sus peores minutos, coincidiendo con varios de sus suplentes en pista. Y Rusia sabía aprovechar sus debilidades. Con un parcial de 0-12 construido a base de lanzamiento exterior y canastas sencillas. Los titulares argentinos volvían a la cancha, pero la defensa de hombre rusa soportaba los 1x1, bien complementada con la maraña de hombres grandes capaces de salir a la ayuda.

Cinco minutos y medio después, Argentina volvió a anotar, después de una sequía que había deslucido el encuentro. Fue Leo Gutiérrez. Y por partida doble. Dos triples en medio minuto para devolver la igualdad al marcador (33-33) y tirar por tierra en un instante el buen trabajo de los europeos durante cinco minutos. Que se acabó de dinamitar cuando Prigioni robó otro balón tras saque de fondo para un nuevo triple argentino. El partido volvió a entrar en una genial fase anotadora, de la que Rusia salía triunfante al descanso, con el tercer triple de Shved (38-40).

El tono argentino lo marcaba el lanzamiento exterior. En el momento en que no habían entrado, recibieron un doloroso parcial ruso. Cuando besaban la red, respondían. Y así seguía siendo en el tercer periodo, con dos triples (Nocioni y Prigioni) para mantener la anotación sudamericana.

El problema para ellos era que el conjunto ruso también vivía un momento ofensivo dulce, comandado por Shved, que estaba cuajando su mejor partido del campeonato y, cómo no, por Kirilenko. Argentina sufría ante la defensa rusa y, en ataque, la movilidad y versatilidad eslava hacían daño. Si a ello le sumamos el 3/10 que acumulaba Luis Scola en tiros de campo y que los triples volvían a no entrar, encontramos la mayor distancia rusa: 50-59 (minuto 27), tras seis puntos de Fridzon.

Ginóbili pasaba el balón... que salía directamente por la línea de banda. A punto de agotar la posesión, un mal pase generaba un contraataque fácil para Monya. Argentina mostraba un estado al que no está acostumbrada ni ha acostumbrado al mundo. Como cansada, triste, retraída. Castigada por Rusia, que lograba un +11. Y, aún así, terminaba el tercer periodo totalmente metida en el partido. Así lo había conseguido el triple –otra vez el triple– de Facundo Campazzo.

Rusia había perdido una buena oportunidad, no de matar, porque Argentina nunca muere, pero sí de mantener a su rival a una distancia donde pudiera controlar su testosterona. Porque, a derroche hormonal, en la batalla del ánimo y la ansiedad, la albiceleste siempre parece tener las de ganar. Y una sola jugada servía de muestra: Rusia lograba varios rebotes ofensivos/palmeos con un arsenal a la desesperada, pero no anotaba; al oro lado, un lanzamiento de Scola recorría el interior de la circunferencia del aro varias veces hasta acabar entrando (60-61).

Entonces aparecía Shved, para botar hasta encontrarse el tiro más oportuno. Quería ser el hombre del partido, el líder capaz de ser la referencia anotadora en momentos calientes. Por talento y por carácter. Sus siete puntos consecutivos volvían a colocar a Rusia en una condición desde la que afrontar los cuatro minutos que restaban de partido (66-71). Que Argentina tuviese que remar era la mejor noticia posible para los eslavos. La mala es que están tan acostumbrados a ello que apenas les cuesta esfuerzo: dos triples argentinos les vuelven a poner por delante (72-71).

El bronce quería que pelearan por él, que le atraparan en el último segundo. Abocados al final apretado, ambos equipos ya tenían sus mejores galas dispuestas en la pista. Dos tiros libres de Delfino daban ventaja a Argentina, que Shved contrarrestaba también desde la línea.

Con Argentina ganando 75-74, apareció Kirilenko con un rebote ofensivo clave, que Fridzon transformó en dos puntos (75-76). Era el momento de las estrellas y, en la otra mitad, Ginóbili se inventaba un bellísimo aro pasado que anotaba todo el banquillo... y todo el país que había detrás, entregándose a su generación dorada.

Entonces, llegó la locura en el final de encuentro. Alexey Shved confirmó su liderazgo con un triple (77-79), Ginóbili se veía obligado a pasar el balón ante la asfixiante defensa, Nocioni fallaba un triple desde la esquina con aroma a semifinal del Mundial de Japón, Rusia perdía el balón... ¡pero lo volvía a recuperar! Una jugada con múltiple barullo y dos pérdidas consecutivas que terminó en canasta cómoda para Fridzon y bronce para Rusia. El primer metal en unos Juegos Olímpicos como país independiente. Con David Blatt a la cabeza, prosiguen su excelente andadura internacional, en la que ya suman un oro y bronce europeos y, ahora, también el bronce olímpico.

Rusia obtenía un premio a su gran campeonato. Argentina volaba airada hacia los colegiados, protestando una posible falta a Prigioni en la jugada que acabó decidiendo el partido. La albiceleste se queda sin colofón... No, mejor no escribir nunca que es el final de la generación dorada.

Síntesis

Argentina (77): Prigioni 3, Ginóbili 21, Delfino 15, Nocioni 16 y Scola 11 (FI); Jasen 0, Juan Gutiérrez 2, Leonardo Gutiérrez 6 y Campazzo 3. DT: Julio Lamas.

Rusia (81): Shved 25, Ponkrashov 0, Kirilenko 20, Khryapa 9 y Kaun 6 (FI); Fridzon 19, Monya 2 y Mozgov 0. DT: David Blatt.

Cuartos: 20-19, 38-40, 57-61 y 77-81.
Arbitros: Juan Arteaga (ESP), José Carrión (PUR) y William Kennedy (EEUU)
Estadio: North Greenwich Arena.

Fuente: ACB.com
Foto Gebtileza: ligateunafoto.com

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