Por cómo se dio la serie final, por la superioridad exhibida por Peñarol, podría decirse que los hinchas "milrayitas" estaban más pendientes de la continuidad (o no) de Sergio Hernández, que del resultado frente a Atenas, algo que daban por sentado como favorable, más temprano que tarde. Al día siguiente de ganar la segunda Liga consecutiva y la quinta en su cosecha personal, el entrenador no definió su situación, aunque parece más lejos que cerca del club de Garay y Santiago del Estero. Como sea, haberlo tenido en la ciudad resultó toda una experiencia invalorable. Para todos. Y como siempre, cada vez que habla, sus palabras dejan algo más.
-¿Qué sentís en este momento de gloria?
-Emoción. No hay otra palabra con la cual pueda graficar este momento. Poder disfrutar esto con la gente de Peñarol, con un marco increíble, con mi familia en las tribunas, con mis amigos alentando desde cualquier parte. Más no le puedo pedir a la vida. Ojalá que muchos colegas míos puedan vivir esto alguna vez, el orgullo de pertenecer a algo así pesa más que cualquier título y eso se lo deseo a todos. No sé por qué la vida me trata tan bien.
-Toda la gente de Peñarol necesita saber con certeza si te vas o te quedás...
-Ahora es todo pasión y festejo, ahora no se puede hablar de ningún tema donde haya que usar la razón. No puedo hablar, pero si fuera por hoy, por mí y por todos, nos quedamos para siempre.
-En algún momento dijiste que podía ser tu último año en Peñarol, porque lo tenías decidido en un 90%. ¿Pueden cambiar tu pensamiento la insistencia de los directivos o el pedido de la gente?
-Lamento haber generado esa situación. Toda la expectativa tendría que haber estado puesta en ver cómo hacíamos para ganar la final. A mí no me gusta contestar cosas que no sé. En su momento dije que lo más probable era que terminara mi ciclo, muy a pesar de lo cómodo que me siento. Yo soy un entrenador joven y la comodidad nunca me pareció buena consejera. Necesito buscar algo nuevo. Un lugar en donde me reconozcan y me exijan de otra manera, más allá de que Peñarol te exige siempre porque tiene mucha presión. Empezar otra vez de cero, pero siempre y cuando sea dar un salto de calidad.
-Igual debe significar mucho el reconocimiento de la gente?
-Y eso hace que no pueda terminar de definir la situación. No es un tema menor que una parcialidad te esté pidiendo que te quedes, que los dirigentes no muevan ninguna ficha hasta que yo no decida mi futuro, pero que a la vez respeten. Jamás me hicieron una oferta. Sabían que hasta que no terminara la liga no iba a escuchar nada ni de ellos ni de nadie. Nunca, a pesar de la ansiedad que tienen por mi definición, vinieron a hablar conmigo formalmente. Sí me hicieron saber todas las veces que su idea es que yo me quede. Pero al conocer mi postura jamás se metieron. Muchas cosas que generan respeto y son buenas. Uno piensa cuánto tendría que dejar. Un club organizado, la gente que te quiere, un equipo ya hecho y dirigentes que no se meten en tu decisión, que te dejan volar. Muchas cosas que Peñarol hace bien y que hacen que la decisión sea difícil de tomar.
-Hiciste referencia al constante pedido de la gente. ¿Qué te genera?
-El amor de la gente es lo que queda para siempre. Obviamente que los títulos son muy gratificantes y ayudan a afianzar ese amor. Pero en este caso, este romance con la gente de Peñarol va más allá de cualquier resultado.
-¿Podrías hacer una comparación entre los dos equipos campeones?
-El año pasado fuimos de menor a mayor, así fue durante toda la temporada. Y este año tuvimos muchos más tropiezos. Yo tuve dos o tres meses donde viví momentos duros, y eso repercutió en el rendimiento del equipo. Yo fui pesimista para adentro durante un tiempo. Sinceramente, pensé que no lo íbamos a lograr. Pero el equipo lo pudo superar y eso fue fundamental.
-¿Cuál es el secreto de este éxito?
-La jerarquía. No podemos mentir. No sólo con unión se consiguen cosas. Y este grupo tiene mucha jerarquía, trabaja siempre y asume el compromiso. Creo que esas son las claves que nos llevan al éxito.
-En un juego colectivo como el básquet, la jerarquía individual a veces no alcanza.
-Sí, obviamente tiene que haber un orden y un equilibrio. Primero, recordar que esto es un juego. Hay que pasarla bien y asumir que uno se puede equivocar. Ni Messi puede jugar bien en algo que no esté ordenado. Messi no sería el mejor futbolista del mundo si no estuviese en Barcelona. O lo sería, potencialmente, pero nadie sabría que existe el mejor jugador del mundo llamado Messi. Lo que sí es verdad es que si sacás a Messi y ponés a otro, no quiere decir que ese otro vaya a ser el mejor del mundo. Messi, al estar dentro de una estructura, con buenos guardaespaldas, gente que lo asiste, gente que puede tocar y le devuelven algo redondo otra vez, se potencia y pasa a divertirse. El mismo talento de Messi puesto en un sistema en el que tiene que agarrar la pelota y pasar a seis, o que cuando la pasa no se la devuelven, o el otro la desperdicia, hará que juegue triste, bajo presión amargado, con mala cara.
-Esa diversión a veces es difícil de introducir en el deporte profesional. En la segunda final, (Kyle) Lamonte iba a terminar el partido con un lujo y el rival no lo soportó. Y hasta sus compañeros terminaron diciendo que debía haber terminado sin atacar el aro en la última ofensiva.
-Es un cierto código que se utiliza, muy americano: no se juega el último tiro. Pero vos podés tener muchos códigos y yo tener otros distintos. Ni mejores ni peores. Tampoco creo que (Bruno) Barovero fue a matarlo. Quiso lucirse con una tapa o mostrar su vergüenza deportiva. No se imaginó que casi se matan los dos. A lo que voy es que mucha gente cree que no nos podemos divertir adentro del campo porque ganamos plata. Que ser serio no significa pasarla bien y disfrutar. Sin pasarse para el otro lado. Esto es muy importante para los jóvenes, porque el adulto ya tiene un camino. Aunque uno nunca es tan adulto en el deporte profesional. Me pasa a mí. Hace 20 años que estoy dirigiendo. Y veo, recuerdo, repaso cosas de mi carrera y hoy las haría totalmente distintas.
-Y eso que no te fue mal.
-No, no hablo de cosas que me hayan salido mal, sino de cosas de las que estoy orgulloso de haberlas hecho así, porque estaba convencido en su momento. Pero hoy las haría de otra manera. Cuando tenía 30 años y dirigía a un equipo me parecía que ya era todo un adulto. Ahora veo que hacía falta más experiencia. El deportista termina su carrera joven y le falta un montón de cosas de experiencias de vida. Lo que decía de los jugadores jóvenes. Hay que educarlos tácticamente sin convertirlos en robots. (Facundo) Campazzo le agrega su talento, su energía. Pero no es lo mismo talento que habilidad. Son cosas diferentes. Talento puede tener un jugador que toca la pelota tres veces por partido. Pero esas tres veces produce. Y las otras veces, no la toca pero genera espacios. Por ahí un jugador que se pase diez veces la pelota entre las piernas, salta y la vuelca, talento tiene poco. Lo que tiene es destreza.
-¿Qué opinás de la identidad que tomó Peñarol como institución? En Mar del Plata es difícil que la gente se identifique con los clubes.
-Yo no conozco los demás clubes de Mar del Plata. Lo que veo es que Peñarol es un club grande, fuerte, que le dio muchas cosas a su gente. Es uno de los pocos clubes de básquetbol que veo que, si vas a caminar al shopping de Córdoba, encontrás un hincha de Peñarol. Yo fui a Málaga, y el conserje que me atendió era de Peñarol. Y fui a México, y la única camiseta que había en la cancha era la de Peñarol. Lo que sí veo es que Mar del Plata es la capital del deporte. Cualquier cosa tiene que ser muy competitiva. El marplatense va a ver fútbol si vienen Palermo o Riquelme. No pasa lo mismo si vienen los suplentes.
-¿Podría darse al revés con Peñarol? Como que si empieza a ganar con tanta continuidad, en algún momento el grueso de la gente deje de acompañar.
-Todo puede pasar. De hecho, desaparecieron un montón de equipos en Argentina post-campeonato: Estudiantes de Olavarría, GEPU de San Luis, Olimpo de Bahía Blanca, Olimpia de Venado Tuerto, Independiente de Pico y algún otro. Los grandes éxitos, si no sos Barcelona, River o Boca y no tenés un buen manejo, te juegan en contra. Hay que buscar la vuelta de renovarse y ver anticipadamente qué puede pasar. Hay que trabajar ahora para lo que va a venir. Hay que ver con quién conformás a la gente en el post-éxito.
-¿Y con quién creés que podría conformarse la gente post-Sergio Hernández?
-No lo sé (piensa)? Eso lo tiene que ver la dirigencia. Seguro que los dirigentes aprovechan esta instancia para sumar más abonados, comprometer a la gente, soñar de otra manera. Además, la Liga dura diez meses. Cuántos hay que dicen "voy a la cancha en los últimos dos meses". El tema dirigencial es clave. Y la continuidad. Pero de la buena. Porque a veces podés hacer las cosas mal 10 años seguidos. Y eso también es continuidad. Hay que ver qué quiere la gente. Si esto no lo consume la gente, no sirve para nada. Hay que tratar de mantenerse y después lograr -o intentar- pequeños saltos de calidad. No se puede hacer magia. Aldosivi no puede ir a jugar contra Boca mañana. No quiero que se entienda mal. Cuando hay algo más arriba, sabés que está. Si vos sólo jugás el torneo de Mar del Plata, que sólo te lleva a ser campeón, está bien. Pero si jugás el torneo de ascenso, hay algo más arriba. El sueño es jugar con River, Boca y si no se da, te enfrías un poco.
-Pero si se pelean cosas, puede servir. Le pasó a Quilmes, que llevó más gente en las instancias decisivas del TNA que en las últimas Ligas.
-Sí. Pero imagínense a Quilmes cuatro años seguidos intentando lo mismo. Quilmes fue inteligente. En un momento vio que no iba a poder y encontró a Hopson suelto, a Espinoza, el mejor jugador libre que podía ir al TNA. Seguramente se tuvo que gastar la que no tenía. Pero si no ascendía era el peor negocio del mundo.
-Sos el entrenador más ganador de todos los tiempos. ¿Una reflexión sobre eso?
-A mí esas cosas me generan una especie de incredulidad. Yo siento que todos los años empiezo de nuevo. Y que hoy me digan que soy el técnico más ganador de todos en una Liga tan importante como la nuestra, me da un poco de vergüenza. Lo bueno es que tuvimos, tenemos y tendremos grandes entrenadores en este país. Viajé por muchos lugares y puedo asegurar que los técnicos de acá son de primer nivel.
Fuente: Diario La Capital
-¿Qué sentís en este momento de gloria?
-Emoción. No hay otra palabra con la cual pueda graficar este momento. Poder disfrutar esto con la gente de Peñarol, con un marco increíble, con mi familia en las tribunas, con mis amigos alentando desde cualquier parte. Más no le puedo pedir a la vida. Ojalá que muchos colegas míos puedan vivir esto alguna vez, el orgullo de pertenecer a algo así pesa más que cualquier título y eso se lo deseo a todos. No sé por qué la vida me trata tan bien.
-Toda la gente de Peñarol necesita saber con certeza si te vas o te quedás...
-Ahora es todo pasión y festejo, ahora no se puede hablar de ningún tema donde haya que usar la razón. No puedo hablar, pero si fuera por hoy, por mí y por todos, nos quedamos para siempre.
-En algún momento dijiste que podía ser tu último año en Peñarol, porque lo tenías decidido en un 90%. ¿Pueden cambiar tu pensamiento la insistencia de los directivos o el pedido de la gente?
-Lamento haber generado esa situación. Toda la expectativa tendría que haber estado puesta en ver cómo hacíamos para ganar la final. A mí no me gusta contestar cosas que no sé. En su momento dije que lo más probable era que terminara mi ciclo, muy a pesar de lo cómodo que me siento. Yo soy un entrenador joven y la comodidad nunca me pareció buena consejera. Necesito buscar algo nuevo. Un lugar en donde me reconozcan y me exijan de otra manera, más allá de que Peñarol te exige siempre porque tiene mucha presión. Empezar otra vez de cero, pero siempre y cuando sea dar un salto de calidad.
-Igual debe significar mucho el reconocimiento de la gente?
-Y eso hace que no pueda terminar de definir la situación. No es un tema menor que una parcialidad te esté pidiendo que te quedes, que los dirigentes no muevan ninguna ficha hasta que yo no decida mi futuro, pero que a la vez respeten. Jamás me hicieron una oferta. Sabían que hasta que no terminara la liga no iba a escuchar nada ni de ellos ni de nadie. Nunca, a pesar de la ansiedad que tienen por mi definición, vinieron a hablar conmigo formalmente. Sí me hicieron saber todas las veces que su idea es que yo me quede. Pero al conocer mi postura jamás se metieron. Muchas cosas que generan respeto y son buenas. Uno piensa cuánto tendría que dejar. Un club organizado, la gente que te quiere, un equipo ya hecho y dirigentes que no se meten en tu decisión, que te dejan volar. Muchas cosas que Peñarol hace bien y que hacen que la decisión sea difícil de tomar.
-Hiciste referencia al constante pedido de la gente. ¿Qué te genera?
-El amor de la gente es lo que queda para siempre. Obviamente que los títulos son muy gratificantes y ayudan a afianzar ese amor. Pero en este caso, este romance con la gente de Peñarol va más allá de cualquier resultado.
-¿Podrías hacer una comparación entre los dos equipos campeones?
-El año pasado fuimos de menor a mayor, así fue durante toda la temporada. Y este año tuvimos muchos más tropiezos. Yo tuve dos o tres meses donde viví momentos duros, y eso repercutió en el rendimiento del equipo. Yo fui pesimista para adentro durante un tiempo. Sinceramente, pensé que no lo íbamos a lograr. Pero el equipo lo pudo superar y eso fue fundamental.
-¿Cuál es el secreto de este éxito?
-La jerarquía. No podemos mentir. No sólo con unión se consiguen cosas. Y este grupo tiene mucha jerarquía, trabaja siempre y asume el compromiso. Creo que esas son las claves que nos llevan al éxito.
-En un juego colectivo como el básquet, la jerarquía individual a veces no alcanza.
-Sí, obviamente tiene que haber un orden y un equilibrio. Primero, recordar que esto es un juego. Hay que pasarla bien y asumir que uno se puede equivocar. Ni Messi puede jugar bien en algo que no esté ordenado. Messi no sería el mejor futbolista del mundo si no estuviese en Barcelona. O lo sería, potencialmente, pero nadie sabría que existe el mejor jugador del mundo llamado Messi. Lo que sí es verdad es que si sacás a Messi y ponés a otro, no quiere decir que ese otro vaya a ser el mejor del mundo. Messi, al estar dentro de una estructura, con buenos guardaespaldas, gente que lo asiste, gente que puede tocar y le devuelven algo redondo otra vez, se potencia y pasa a divertirse. El mismo talento de Messi puesto en un sistema en el que tiene que agarrar la pelota y pasar a seis, o que cuando la pasa no se la devuelven, o el otro la desperdicia, hará que juegue triste, bajo presión amargado, con mala cara.
-Esa diversión a veces es difícil de introducir en el deporte profesional. En la segunda final, (Kyle) Lamonte iba a terminar el partido con un lujo y el rival no lo soportó. Y hasta sus compañeros terminaron diciendo que debía haber terminado sin atacar el aro en la última ofensiva.
-Es un cierto código que se utiliza, muy americano: no se juega el último tiro. Pero vos podés tener muchos códigos y yo tener otros distintos. Ni mejores ni peores. Tampoco creo que (Bruno) Barovero fue a matarlo. Quiso lucirse con una tapa o mostrar su vergüenza deportiva. No se imaginó que casi se matan los dos. A lo que voy es que mucha gente cree que no nos podemos divertir adentro del campo porque ganamos plata. Que ser serio no significa pasarla bien y disfrutar. Sin pasarse para el otro lado. Esto es muy importante para los jóvenes, porque el adulto ya tiene un camino. Aunque uno nunca es tan adulto en el deporte profesional. Me pasa a mí. Hace 20 años que estoy dirigiendo. Y veo, recuerdo, repaso cosas de mi carrera y hoy las haría totalmente distintas.
-Y eso que no te fue mal.
-No, no hablo de cosas que me hayan salido mal, sino de cosas de las que estoy orgulloso de haberlas hecho así, porque estaba convencido en su momento. Pero hoy las haría de otra manera. Cuando tenía 30 años y dirigía a un equipo me parecía que ya era todo un adulto. Ahora veo que hacía falta más experiencia. El deportista termina su carrera joven y le falta un montón de cosas de experiencias de vida. Lo que decía de los jugadores jóvenes. Hay que educarlos tácticamente sin convertirlos en robots. (Facundo) Campazzo le agrega su talento, su energía. Pero no es lo mismo talento que habilidad. Son cosas diferentes. Talento puede tener un jugador que toca la pelota tres veces por partido. Pero esas tres veces produce. Y las otras veces, no la toca pero genera espacios. Por ahí un jugador que se pase diez veces la pelota entre las piernas, salta y la vuelca, talento tiene poco. Lo que tiene es destreza.
-¿Qué opinás de la identidad que tomó Peñarol como institución? En Mar del Plata es difícil que la gente se identifique con los clubes.
-Yo no conozco los demás clubes de Mar del Plata. Lo que veo es que Peñarol es un club grande, fuerte, que le dio muchas cosas a su gente. Es uno de los pocos clubes de básquetbol que veo que, si vas a caminar al shopping de Córdoba, encontrás un hincha de Peñarol. Yo fui a Málaga, y el conserje que me atendió era de Peñarol. Y fui a México, y la única camiseta que había en la cancha era la de Peñarol. Lo que sí veo es que Mar del Plata es la capital del deporte. Cualquier cosa tiene que ser muy competitiva. El marplatense va a ver fútbol si vienen Palermo o Riquelme. No pasa lo mismo si vienen los suplentes.
-¿Podría darse al revés con Peñarol? Como que si empieza a ganar con tanta continuidad, en algún momento el grueso de la gente deje de acompañar.
-Todo puede pasar. De hecho, desaparecieron un montón de equipos en Argentina post-campeonato: Estudiantes de Olavarría, GEPU de San Luis, Olimpo de Bahía Blanca, Olimpia de Venado Tuerto, Independiente de Pico y algún otro. Los grandes éxitos, si no sos Barcelona, River o Boca y no tenés un buen manejo, te juegan en contra. Hay que buscar la vuelta de renovarse y ver anticipadamente qué puede pasar. Hay que trabajar ahora para lo que va a venir. Hay que ver con quién conformás a la gente en el post-éxito.
-¿Y con quién creés que podría conformarse la gente post-Sergio Hernández?
-No lo sé (piensa)? Eso lo tiene que ver la dirigencia. Seguro que los dirigentes aprovechan esta instancia para sumar más abonados, comprometer a la gente, soñar de otra manera. Además, la Liga dura diez meses. Cuántos hay que dicen "voy a la cancha en los últimos dos meses". El tema dirigencial es clave. Y la continuidad. Pero de la buena. Porque a veces podés hacer las cosas mal 10 años seguidos. Y eso también es continuidad. Hay que ver qué quiere la gente. Si esto no lo consume la gente, no sirve para nada. Hay que tratar de mantenerse y después lograr -o intentar- pequeños saltos de calidad. No se puede hacer magia. Aldosivi no puede ir a jugar contra Boca mañana. No quiero que se entienda mal. Cuando hay algo más arriba, sabés que está. Si vos sólo jugás el torneo de Mar del Plata, que sólo te lleva a ser campeón, está bien. Pero si jugás el torneo de ascenso, hay algo más arriba. El sueño es jugar con River, Boca y si no se da, te enfrías un poco.
-Pero si se pelean cosas, puede servir. Le pasó a Quilmes, que llevó más gente en las instancias decisivas del TNA que en las últimas Ligas.
-Sí. Pero imagínense a Quilmes cuatro años seguidos intentando lo mismo. Quilmes fue inteligente. En un momento vio que no iba a poder y encontró a Hopson suelto, a Espinoza, el mejor jugador libre que podía ir al TNA. Seguramente se tuvo que gastar la que no tenía. Pero si no ascendía era el peor negocio del mundo.
-Sos el entrenador más ganador de todos los tiempos. ¿Una reflexión sobre eso?
-A mí esas cosas me generan una especie de incredulidad. Yo siento que todos los años empiezo de nuevo. Y que hoy me digan que soy el técnico más ganador de todos en una Liga tan importante como la nuestra, me da un poco de vergüenza. Lo bueno es que tuvimos, tenemos y tendremos grandes entrenadores en este país. Viajé por muchos lugares y puedo asegurar que los técnicos de acá son de primer nivel.
Fuente: Diario La Capital
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