Con sobriedad, frialdad y un resultado bastante engañoso, Rusia supo sufrir y rematar en el momento oportuno a una Nueva Zelanda a la que la ilusión y los puntos de Penney no bastaron.
La historia es injusta. En dos, cinco, o diez años, Nueva Zelanda prácticamente no habrá existido en este Mundial 2010. Novenos o decimosextos, qué más da, pocos recordarán las andanzas en Turquía de un grupo de jugadores cargados de ilusión que un buen día se propusieron armarla en un Mundial.
Tras el aire fresco que le dio al torneo su excitante triunfo contra Francia, ya pocos se atrevían a descartar sorpresas en cuartos, a pesar de que enfrente estaba la gris pero sobria Rusia. Sin embargo, transcurridos los cinco primeros minutos, ni los más optimistas se creían lo que estaban viendo.
Un espectacular palmeo de Abercrombie, caído del mismo cielo, sendas canastas de Penney y Vukona y un triple de Cameron consumaban la soñada puesta en escena de los Tall Black: 2-9 (m.5). Rusia se perdía en posesiones interminables y espesas, generalmente finalizadas con pedrada desde más allá de 6,25. Hasta que entró Mozgov.
No le costó mucho al pívot de los Knicks cambiar el partido (9-11, m.8) frente a Nueva Zelanda, que empezó a perderse en la telaraña defensiva de su rival y a anotar únicamente desde el tiro libre en los últimos minutos del cuarto, lo suficiente para llegar con ventaja al segundo cuarto: 13-15.
Con un 1/14 entre ambos equipos en el lanzamiento exterior -0/7 Rusia y 1/7 Nueva Zelanda-, el comienzo del segundo cuarto fue sorprendente, con un intercambio de triples del que salió favorecido Nueva Zelanda: 16-21 (m.12). Sería su último momento con ventaja, que no su último instante de grandeza. A Rusia le bastaron sus centímetros, su superioridad en el rebote y un par de minutos lúcidos para remontar.
De la mano de Kaun y de Monya, el conjunto ruso le endosó un 13-0 a su rival, perdido en una sequía de cinco minutos sin ver aro: 29-21 (m.17). Jones rompió la maldición y a los de Blatt se les acabó la gasolina justo antes del descanso, lo que permitió que el encuentro llegase a su ecuador más abierto que nunca: 31-27.
El tercer periodo se estrenó de la misma forma que el que le precedió, con intercambio de triples. Fridzon sonreía al poner la máxima pero Abercrombie, un jugador eléctrico, ilusionante, capaz de todo por momentos, encadenó ocho puntos consecutivos para volver a hacer soñar a todos los románticos: 38-35.
Sería el penúltimo aliento de vida para los oceánicos. Era la hora de Andrei Vorontsevich. Silencioso, letal. Ni el mejor matemático ni el mejor analítico pueden medir su influencia cuando tiene el día. Su influencia va más allá de los números, va más allá del basket. Coincidiendo con la cuarta personal de Penney, el ala-pívot marcó un par de canastas seguidas para alejar a los suyos. A continuación, Mozgov palmea, Vorontsevich roba y pasa para la canasta de Khvostov y, en la jugada siguiente, el propio Andrei culminaba sus minutos mágicos (12 puntos con 5/5 en el tiro hasta ese momento) con un triple para dinamitar el partido: 48-35.
El juego interior ejecutaba las opciones generadas por un Ponkrashov que se sentía el rey del partido, más aún tras otra canasta para endosarle un 13-0 a su rival (51-35), que parecía rendido. Nada más lejos de la realidad. Ahora sí, en su última prueba de vida, en su último esfuerzo por dejar aún más huella en tierras turcas, Penney tiró del carro para devolverle la moneda a los de Blatt con un 0-8 que planteaba un nuevo partido, ya en el último cuarto: 51-43.
Rusia, cuya frialdad es en ocasiones su mejor virtud, no se puso nerviosa por su bache de juego y volvió a confiar en Vorontsevich, quién si no, para romper la sequía con un tiro en suspensión a media distancia. El triple de Bykov en la siguiente jugada (56-43), esta vez sí, dejaría el partido finiquitado.
De ahí al bocinazo final, tiempo para que los rusos saboreasen su pase a cuartos. Y es que con todos los defectos que se les puede achacar, están ni más ni menos que entre los 8 mejores del mundo, algo que tampoco regalan. Sobrios y serios como nadie, no aprovecharon la sentencia para entregarse al espectáculo sino para aumentar su renta hasta el infinito.
Penney, que superó la veintena en otra de sus rachas, mitigó la tormenta en un principio (68-55), pero entre Mozgov y Vorontsevich convirtieron el triunfo en paseo y la despedida digna en resultado de escándalo (78-56). Quizá la historia olvide los grandes momentos deparados por Nueva Zelanda en este Mundial, mas no puede ignorar la carrera de un Cameron que se retiró con grandeza. El pasado es suyo. El presente, probablemente hasta que Estados Unidos se cruce en su camino, de Rusia.
BOXSCORE CLICK AQUI
Fuente:adc.com
La historia es injusta. En dos, cinco, o diez años, Nueva Zelanda prácticamente no habrá existido en este Mundial 2010. Novenos o decimosextos, qué más da, pocos recordarán las andanzas en Turquía de un grupo de jugadores cargados de ilusión que un buen día se propusieron armarla en un Mundial.
Tras el aire fresco que le dio al torneo su excitante triunfo contra Francia, ya pocos se atrevían a descartar sorpresas en cuartos, a pesar de que enfrente estaba la gris pero sobria Rusia. Sin embargo, transcurridos los cinco primeros minutos, ni los más optimistas se creían lo que estaban viendo.
Un espectacular palmeo de Abercrombie, caído del mismo cielo, sendas canastas de Penney y Vukona y un triple de Cameron consumaban la soñada puesta en escena de los Tall Black: 2-9 (m.5). Rusia se perdía en posesiones interminables y espesas, generalmente finalizadas con pedrada desde más allá de 6,25. Hasta que entró Mozgov.
No le costó mucho al pívot de los Knicks cambiar el partido (9-11, m.8) frente a Nueva Zelanda, que empezó a perderse en la telaraña defensiva de su rival y a anotar únicamente desde el tiro libre en los últimos minutos del cuarto, lo suficiente para llegar con ventaja al segundo cuarto: 13-15.
Con un 1/14 entre ambos equipos en el lanzamiento exterior -0/7 Rusia y 1/7 Nueva Zelanda-, el comienzo del segundo cuarto fue sorprendente, con un intercambio de triples del que salió favorecido Nueva Zelanda: 16-21 (m.12). Sería su último momento con ventaja, que no su último instante de grandeza. A Rusia le bastaron sus centímetros, su superioridad en el rebote y un par de minutos lúcidos para remontar.
De la mano de Kaun y de Monya, el conjunto ruso le endosó un 13-0 a su rival, perdido en una sequía de cinco minutos sin ver aro: 29-21 (m.17). Jones rompió la maldición y a los de Blatt se les acabó la gasolina justo antes del descanso, lo que permitió que el encuentro llegase a su ecuador más abierto que nunca: 31-27.
El tercer periodo se estrenó de la misma forma que el que le precedió, con intercambio de triples. Fridzon sonreía al poner la máxima pero Abercrombie, un jugador eléctrico, ilusionante, capaz de todo por momentos, encadenó ocho puntos consecutivos para volver a hacer soñar a todos los románticos: 38-35.
Sería el penúltimo aliento de vida para los oceánicos. Era la hora de Andrei Vorontsevich. Silencioso, letal. Ni el mejor matemático ni el mejor analítico pueden medir su influencia cuando tiene el día. Su influencia va más allá de los números, va más allá del basket. Coincidiendo con la cuarta personal de Penney, el ala-pívot marcó un par de canastas seguidas para alejar a los suyos. A continuación, Mozgov palmea, Vorontsevich roba y pasa para la canasta de Khvostov y, en la jugada siguiente, el propio Andrei culminaba sus minutos mágicos (12 puntos con 5/5 en el tiro hasta ese momento) con un triple para dinamitar el partido: 48-35.
El juego interior ejecutaba las opciones generadas por un Ponkrashov que se sentía el rey del partido, más aún tras otra canasta para endosarle un 13-0 a su rival (51-35), que parecía rendido. Nada más lejos de la realidad. Ahora sí, en su última prueba de vida, en su último esfuerzo por dejar aún más huella en tierras turcas, Penney tiró del carro para devolverle la moneda a los de Blatt con un 0-8 que planteaba un nuevo partido, ya en el último cuarto: 51-43.
Rusia, cuya frialdad es en ocasiones su mejor virtud, no se puso nerviosa por su bache de juego y volvió a confiar en Vorontsevich, quién si no, para romper la sequía con un tiro en suspensión a media distancia. El triple de Bykov en la siguiente jugada (56-43), esta vez sí, dejaría el partido finiquitado.
De ahí al bocinazo final, tiempo para que los rusos saboreasen su pase a cuartos. Y es que con todos los defectos que se les puede achacar, están ni más ni menos que entre los 8 mejores del mundo, algo que tampoco regalan. Sobrios y serios como nadie, no aprovecharon la sentencia para entregarse al espectáculo sino para aumentar su renta hasta el infinito.
Penney, que superó la veintena en otra de sus rachas, mitigó la tormenta en un principio (68-55), pero entre Mozgov y Vorontsevich convirtieron el triunfo en paseo y la despedida digna en resultado de escándalo (78-56). Quizá la historia olvide los grandes momentos deparados por Nueva Zelanda en este Mundial, mas no puede ignorar la carrera de un Cameron que se retiró con grandeza. El pasado es suyo. El presente, probablemente hasta que Estados Unidos se cruce en su camino, de Rusia.
BOXSCORE CLICK AQUI
Fuente:adc.com
Comentarios