Peñarol aplastó a Quilmes en el debut en la LNB. El equipo dirigido por Marcelo Richotti quedó a dos de la diferencia histórica de 32 puntos: 95-65. Fue superior en todos los rubros y mostró a un Rob Reed devastador.
¿Fue tanto Peñarol? ¿O fue tan poco Quilmes? ¿Por dónde pasaron las líneas principales de un 95-65 tan aplastante como sorpresivo en la presentación de ambos en la Liga Nacional de Básquetbol?
Alrededor de cinco mil personas vibraron con la fiesta del superclásico de la ciudad. La gozaron los “milrayitas”. La sufrieron, y cómo, los “tricolores”.
No hubo casi partido. Peñarol marcó tendencias en el primer cuarto y lo definió prácticamente en el segundo. Defendió mucho, es cierto. Sólo Vildoza escapó, y con intermitencias, a su eficacia defensiva. Quilmes anotó apenas cuatro tiros de cancha en el primer cuarto. ¡Y ninguno en el segundo! Una locura.
Es cierto que cada vez que fue hacia adentro Acuña, Leo y Giorgetti, y luego Ivanovic y Diez, lo hicieron chocar y errar. Siempre. Pero también es verdad que no tuvo claridad para conseguirse buenos tiros. Ocurrió anoche que el más apto para generarlos era asimismo casi el único capaz de meterlos: Vildoza. Y el ataque entonces fue un lío.
Peñarol, en consecuencia, con la fortaleza defensiva propia y con la confusión quilmeña, jugó demasiado tranquilo. De los dos, lo tuvo siempre más claro. Y eso que le costó jugar interior, que jamás pudo encontrar la caída que Acuña ejecutaba tan bien la temporada anterior.
Le alcanzó con su capacidad de tiro exterior. Y, en ese apartado, la velocidad del estadounidense Rob Reed para escapar de la marca, armar el tiro y ejecutar con precisión hicieron la diferencia. Desde David Jackson que Peñarol no tenía un lanzador a distancia tan eficaz.
Metió nueve en una ráfaga en el primer cuarto y su equipo sacó diez. Aportó otros ocho en un abrir y cerrar de ojos en el segundo y la diferencia trepó a veinte. Y en el tercer cuarto encadenó una última ráfaga y se acabó la historia.
Cuando restaban 7’40” para el final de ese parcial, anticipó un pase y se fue solitario a poner una bandeja. Pero, en el camino, clavó los frenos y la sacudió a la carrera de tres puntos. Como casi siempre, fue adentro. Explotó el Polideportivo. Y se terminó el clásico. A partir de entonces la única incógnita fue si Peñarol iba o no a romper la barrera histórica de 32 puntos de diferencia en el superclásico. Pero eligió cuidar a algunos jugadores claves y humilló menos.
El equipo de Richotti, en construcción, sacó muchas cosas en limpio de este clásico. Individual -el chileno Sebastián Suárez también tuvo un buen debut- y colectivamente. Quilmes, nada. Tuvo un disgusto grande y una titánica tarea por delante.
Síntesis:
Peñarol (95): N. Zurchsmitten 7, R. Reed 25, F. Giorgetti 6 (x), L. Gutiérrez 12 y R. Acuña 6 (FI); A. Diez 7, S. Suárez 11, J. P. Figueroa 0, V. Ivanovic 10, J. Barón 8, J. Valinotti 0 y T. Monacchi 3. DT: Marcelo Richotti.
Quilmes (65): M. Vildoza 21, E. Ruiz 13, O. Famutimi 7 (x), I. Clark 3 e I. Basualdo 4 (FI); D. Cavaco 6, A. Eslava 8, B. Sansimoni 3 y E. Flor 0 (x). DT: Javier Bianchelli.
Estadio: Polideportivo “Islas Malvinas”.
Arbitros: Pablo Estevez-Leonardo Zalazar.
Progresión: 23-14, 48-24 y 67-36.
Fuente: La Cpital
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