Cavaco: “Uno tiene que saber cuáles son los días de partido”

El histórico basquetbolista habló sobre la felicidad por el retorno a Luro y Guido y analizó la evolución de los últimos 20 años de la Liga Nacional.

-Te fuiste de Quilmes en 2003, ¿qué impresión te causó meterte otra vez en el día a día del club?

-Muchas cosas siguen iguales. A mí me da un poco de vergüenza pasar al lado de alguien y no recordarlo. No quiero dejar a alguien sin saludar. Pero está bueno caminar los mismos pasillos, los mismos vestuarios. Persisten hasta los mismos olores. Es algo lindo. Lo esperaba desde hace muchos años y no se pudo dar.

-¿Era ahora o nunca o tenías otras opciones?

-El año pasado sentí que era ahora o nunca. Pablo Zabala me vino a hablar y yo estaba arreglado para seguir en Comodoro Rivadavia. Sentí que era el momento y que había pasado. Pensé que no había más vueltas. Por eso es muy especial para mí volver ahora.

-¿Qué significa este regreso al club?

-Cerrar un ciclo. Mi idea es retirarme en Quilmes. Pienso en jugar y en hacerlo de la mejor manera. Hay mucha juventud en el equipo, seguramente me imaginarán como un consejero, pero yo quiero jugar y estar a la altura de las circunstancias. No quiero un año más. No sé si será este año o el otro. Pero quiero que mi etapa de jugador terminé en el club donde comencé en la Liga y del que soy hincha.

-¿Tenés imaginado el día después?

-No tanto. Hace cuatro años, estando separado de mi familia, resolví tomarme año a año eso de pensar en el retiro. Pasa que viví cosas tan positivas en Comodoro Rivadavia que las renovaciones se daban automáticamente. Si las cosas van bien, veré. Si no, lo decidiré con mi esposa y mis hijos. Quería que ellos me vieran y estén conmigo un año entero. Yo todos los días les hablo de las cosas que me pasaron en Quilmes. La nena me pregunta por qué me saluda tanta gente y por qué me felicitan. Y trato de explicarles. Por eso quería que me vieran jugar.

–¿Te sentís más quilmeño que kimberleño?

-Soy hincha de Quilmes, pero mi vida pasa también por Kimberley. Ahí empecé a jugar al básquetbol, mis hijos van a Kimberley a hacer deporte y mi esposa también va todos los días al club. Pero una cosa no quita la otra. Y yo desde chiquito iba a Once Unidos a ver a Quilmes. De Kimberley son mis mejores amigos. Ahí estuve a los diecisiete años, cuando Quilmes me compró el pase.

-Ocurre que los seis años en Quilmes fueron muy intensos, ¿no? Un descenso, un ascenso de película, dos semifinales de Liga…

-El ascenso nos marcó a fuego con el hincha a varios de ese equipo. Ya pasó casi una generación. Los nenes de ahora ni saben quién soy. Pero una generación se pegó mucho a ese equipo. Después del ascenso vinieron dos temporadas con semifinales que fueron las mejores del club. Con la base que venía del TNA y con el extranjero que tal vez haya sido el más representativo en la historia de Quilmes, como Milton Bell. Y aquellas Ligas eran fuertes. Fueron muy lindos años.

-¿Para qué está Quilmes?

-Para lucharla mucho. No tenemos estrellas. No tenemos jugadores de renombre. Somos todos piezas de rol. Muchos vienen de hacer bien las cosas en sus equipos. Ahora hay que hacer acá lo mejor posible y encontrar una identidad de juego rápida. Esa es mi mayor preocupación. Necesitamos ganar tiempo. Sobre todo porque no vamos a tener Once Unidos. Siempre los jugadores de Quilmes sintieron la cancha como un gran apoyo y los visitantes, lo puedo asegurar, lo sufren. Para mí lo nuestro va a ser final a final. Tenemos mucha juventud. Seguramente, por los procesos lógicos de aprendizaje, habrá muchos errores. Pero habrá que aprovechar esas energías y esas piernas en bien del equipo. No se puede aventurar puestos, nada. La Liga siempre te ubica donde te merecés.

-Tuviste que jugar aquella final por el descenso, la del triple de Frank Williams, para Olímpico frente a Quilmes. ¿Cómo la viviste?

-Fue muy difícil. Uno se debe al equipo que lo contrata. Mi primer año en Olímpico fue espectacular. Eliminamos a Quimsa en play-offs, terminamos quintos con un equipo recién ascendido, La Banda estaba enfervorizada…Y al año siguiente nos fue mal y terminamos jugando por el descenso. Los que me conocen saben lo que me dolió. Tuve problemas en La Banda por esa final. En el video del partido se ve perfectamente que cuando Williams metió el triple de la salvación, yo me fui caminando al vestuario. Dio mucho que hablar en La Banda, sobre todo a la anterior dirigencia del club. Me ‘mataron’ por no festejarlo. Pero no me salió. Esa noche la hinchada de Quilmes me ovacionó cuando entramos a jugar el tercer cuarto. ¿Cómo me iba a poner a saltar y festejar en el medio de la cancha? Muchos quilmeños me dijeron que tenía todo el derecho de hacerlo. Pero para mí fue lo menos que podía hacer por el respeto y el cariño con el que me trataron toda la vida. Por un lado, sentía la satisfacción de haber logrado con mi equipo el objetivo por el que habíamos trabajado toda la temporada. Pero, por otro, estaba mandando al descenso a mi club.

-¿Fue lo más duro que te tocó vivir?

-Sí, y también haber perdido la final con Quimsa. La del 2006 con Libertad y Gimnasia me había dolido. Pero yo tenía 26 años, era chico, pensaba que iba a tener otras chances. A todos nos dolió, pero yo imaginaba un desquite. Pero haber perdido esta última me pegó porque sabía que difícilmente iba a tener revancha.

La Liga, en perspectiva de dos décadas

-Cuando debutaste en la Liga asomaba una camada de jóvenes con un talento increíble -Oberto en Atenas, Manu en Estudiantes, Nocioni en Independiente, Herrmann en Olimpia, Scola en Ferro, Prigioni en Belgrano, entre otros-, la dominaba una camada de mayores que era muy buena y, con el 1 a 1, los clubes podían contratar grandes extranjeros. A casi veinte años, ¿cómo viste su evolución?

-La Liga siempre va a sostenerse. En el 2001 parecía que se derrumbaba todo y acá estamos. Ese fue un punto de inflexión. Parecía que no se podía seguir. Y se continuó con nacionales, con algún extranjero barato, y se pasó la crisis. Después vinieron dos americanos, tres, liga cerrada, ocho extranjeros… Es un tema profundo. Las cosas están iguales en muchos sentidos. La pauta la da que la liga sin descenso no sirvió para bajar los contratos y los cambios estructurales anunciados no fueron tales. Con la excepción de lo que hicieron con sus estadios los dos equipos de Santiago del Estero, que fue impresionante. Cuando llegué a Olímpico, no había vestuarios, las ramas de afuera se metían por el techo del gimnasio… Pero no hay mucho más que eso. Sigue todo igual. No fue solución cerrar la Liga y no creo que lo sea lo de abrir el juego para que los clubes puedan incorporar indistintamente nacionales o extranjeros.

-¿Están más cautos los jugadores para hablar del tema a partir de las cartas documento?

-No lo sé. Yo siempre me manifesté con respeto. En reportajes radiales o en Twitter. Yo voy por la línea del diálogo. Acá nos conocemos todos. El enfrentamiento abierto me parece que no es solución. No le veo escapatoria a este tema. Tampoco le veo mucho sentido a lo de las cartas documento. Una vez que se encuentra un principio de solución al conflicto mandarle cartas documento a los jugadores es agrandar la grieta. Me parece que estamos en democracia, que en las redes sociales te podés manifestar abiertamente y que los chicos opinaron con respeto. Volviendo a la pregunta original, habrá cambios grandes y chicos. Pero creo que la Liga, como hasta ahora, sobrevivirá a todos.

-¿Y en cuánto a los cambios del juego qué pensás? Cuando arrancaste era común que un equipo llegue con alguna facilidad a anotar noventa o cien puntos por partido. Hoy cuando uno consigue marcar ochenta hablamos de una buena noche ofensiva…

-En todos estos años el aspecto del juego que más creció fue la defensa. Los sistemas ofensivos son siempre los mismos. El talento o la lucidez de algún jugador puntual en algún partido permite salirse de los libretos y anotar. Pero lo que más ha cambiado son las defensas y los scoutings. Hoy un extranjero llega al país y la rompe y a la temporada siguiente le cuesta. ¿Por qué? Porque todos los equipos, además de sus entrenadores, tienen muy buenos asistentes, que hacen laburos espectaculares y lo vuelcan sistemáticamente a sus equipos. Es notable la cantidad de información que le están transmitiendo todo el tiempo a los jugadores. Llega un momento en el que, cuando un rival recibe, vos sabés con qué mano va a picar, para qué lado va a arrancar, cómo va a tirar, cómo sale perfilado. Tenés claro qué va a hacer y qué no va a hacer. Para mí ahí está el secreto del cambio.

-¿Tanta información no abruma a los jugadores?

-A mí me gusta. Y queda de año a año. Hay técnicos, como Gonzalo García, que suma a cada scouting la información de algún ex compañero del jugador que se está analizando. Para que agregue algo más. Llega un momento en el que el rival, en los papeles, está totalmente controlado. Después desequilibra el talento. Ese aspecto de la Liga se profesionalizó mucho. El laburo de los cuerpos técnicos es invisible, impecable y poco reconocido. Hoy vemos a nivel internacional que se acabaron las sorpresas a partir de que los entrenadores de Estados Unidos también entraron en esa variante. Ofensivamente son de otra galaxia. Cuando aprietan el acelerador en defensa, chau. No hay forma.

-¿Te gusta el sistema de disputa de la Liga?

-Para mí se podría competir con esta secuencia de tres partidos día por medio, pero jugando en días fijos: miércoles, viernes y domingo. Y que modifique el equipo que juega para televisión. Hoy ni el jugador sabe cuándo juega. Pero ojo lo que más quiere el jugador es jugar. Lo que pasa es que para seguir atrayendo al público hay que volver a los días fijos. Uno tiene que saber cuáles son los días de partido, después viene el rival y todo lo demás. Pero no todo es malo. También es cierto que en la temporada pasada se mejoraron los tiempos de descanso después de los viajes y también cambiaron eso de que el local juega tres partidos como el que viaja y no tiene ventajas.

Fuente: La Capital

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