Patricio Garino tiene apenas 22 años, aunque a veces es difícil comprender lo que marca su documento, ya que su madurez, serenidad y claridad para hablar son las de un verdadero veterano de varias batallas. Pero cuando se toca un tema en especial, la realidad no miente. Cuando Pato nombra a la Selección, la emoción le brota como a un niño al recibir un juguete. El alero siente un profundo amor por la camiseta Argentina y lo deja en claro en cada palabra de una nueva edición de nuestro ciclo de entrevistas exclusivas. A los 17 dejó su amada Mar del Plata y se fue a Estados Unidos para emprender su carrera universitaria. La luchó, creció en todo sentido, se convirtió en uno de los pilares de George Washington y, lo más importante, se ganó su lugar con la celeste y blanca, esa pilcha que sueña con ponerse en el Preolímpico de México. A conocer un poco más a este marplatense, uno de los grandes valores jóvenes de la nueva camada, quien vive a pleno y disfruta todo en su primera gran experiencia con la Mayor.
-¿Cómo estás viviendo estos primeros días y partidos con el equipo?
-Como el primer día. La alegría sigue intacta, la ilusión y las ganas están siempre presentes. La sensación de estar acá adentro con dos monstruos como Scola y Nocioni, y con otros chicos con experiencia en la Selección o que son protagonistas en la Liga, es algo que me motiva mucho. Me dan ganas de seguir mejorando, porque medirme día a día con ellos es algo que no estoy muy acostumbrado. Tener la oportunidad de tener un torneo con ellos y haber jugado partidos con Luis y Chapu es increíble, lo tomo como un aprendizaje muy grande. Día a día me estoy dando cuenta de cómo soy yo como persona y jugador, de las cosas que tengo que mejorar, de lo que estoy haciendo bien... Es una experiencia de muchísimo aprendizaje y mi alegría está muy bien arriba. Cuando me despierto día a día me digo "¿qué hago acá?", y cuando caigo es un sueño que estoy cumpliendo.
-¿Cómo viste al equipo en el proceso de los Panamericanos y en los primeros partidos en Brasil?
-Los Panamericanos fueron positivos, más allá de los resultados, porque contentos no nos fuimos, queríamos volver con una medalla. Pero comenzamos de menor a mayor y logramos nuestros propios objetivos, que eran tener un poco más de rodaje y experiencia juntos, conocernos un poco más entre nosotros. Y eso fue muy positivo. A Brasil fuimos con objetivos parecidos, encontrarnos como equipo, hacer bien las cosas, tener buenos comportamientos. Y eso también se logró. Tal vez con Uruguay faltaron un par de cosas que después se mejoraron contra Brasil. Se dice que los resultados no importan, pero uno siempre quiere ganar, sobre todo contra Brasil y allá. No se dio, pero no nos bajoneamos. Estamos concentrados en lo que será el Preolímpico, tenemos 20 días para mejorar diferentes cosas en este trayecto.
-¿Individualmente cómo te sentís? Habías dicho que te costó un poco al principio pero después te viste mejor.
-Me sentí un poco más suelto, más que nada en la personalidad. En Brasil me sentí más o menos cómodo en defensa, pero me tocó una tarea un poco difícil, (Vitor) Benite es un demonio y tiene mucha experiencia. Pero eso me sirvió, la verdad es que correrlo por todos lados no fue fácil pero me gustó, aprendí muchas cosas en ese partido. Ofensivamente estuve un poco trabado. Pude tomar un par de triples, aunque tengo que mejorar un poco la efectividad. La determinación y agresividad están, aunque siempre se puede ser un poco más agresivo. Son experiencias y estoy sorprendido día a día. No esperaba ser titular contra Brasil, pero estoy aprovechándolo al máximo para mentalizarme para lo que viene. Saber si puedo quedar en el equipo es algo que me intriga mucho, pero es obvio que estoy contento por todo lo que está pasando.
-¿Cuesta no tener en la cabeza el hecho de estar peleando constantemente por un lugar entre los 12 definitivos?
-La verdad es que el pensamiento está siempre, todos los días. En cada entrenamiento estás jugando cinco contra cinco y enfrente lo tenés a Michael Jordan, los querés pasar a todos por arriba, sea el Chapu, Scola, Campazzo o Gabriel Deck. Somos todos iguales y estamos todos compitiendo por un lugar. Sí tratamos de que ese pensamiento no esté tanto en el sentido de presionarnos a nosotros mismos, pensarla tanto y darnos tanta rosca que se te hace un efecto negativo. Si no pasa eso, la competencia está siempre presente.
-Sos parte de lo que es una nueva camada. ¿Cómo te encontrás en este grupo y cómo te metiste en la dinámica, sobre todo pensando que sos uno de los que menos conocían por estar en Estados Unidos?
-La verdad es que me sentí muy bien. Tuve muchísima suerte porque el grupo que hay es increíble, no hay ningún tipo de celos, enojos o envidia. Son todos chicos muy humildes y estamos todos metidos en un mismo objetivo, que es la Selección. Obviamente que en los entrenamientos nos pegaremos un poco (risas), pero fuera de la cancha es una amistad muy grande que hicimos entre todos desde el primer día, conociéndonos en persona o no. Eso es algo que fue muy positivo. Había chicos a los que yo veía nada más que por la tele, y la verdad es que fueron todos muy abiertos desde el principio. La mayoría me conocía por lo que era la universidad y estaban todos curiosos e interesados, algo que me ayudó a integrarme un poco más por el hecho de ir contando lo que es mi experiencia allá. Después, en lo relativo al básquet, me hice un poco mi lugar por lo que es mi defensa y agresividad. Hasta me gané mi sobrenombre, "El Trencito" (risas). Quizás a alguno no le gusta tanta agresividad o que pegue un poco, pero por un lado o por el otro me hice mi nombre y me voy metiendo en el equipo.
-¿Cómo es ese día a día y contacto con Scola y Chapu, que vos siempre dijiste que eran dos monstruos?
-Es todo, o más. En el medio de un entrenamiento me puse a pensar que estaba jugando en el mismo equipo que el Chapu Nocioni y es una cosa impensada. ¿Cuándo iba a decir que iba a jugar en el equipo con Chapu Nocioni, o con Scola? Es algo impensado, pero la verdad es que la alegría es inmensa. Tenemos la suerte de que son gente muy humilde y de que, a pesar de que han dejado al país en lo más alto, juegan en las mejores ligas del mundo, son MVP o ganan tantos torneos, vienen acá y a un pibe de 22 años que nadie conoce lo tratan como si lo conocieran de toda la vida. Te quieren ayudar en todo, en el básquet, en el gimnasio, la alimentación, la vida cotidiana... La verdad es que los tipos están prestados a nosotros en todo momento y es increíble. Personalmente, Luis (Scola) me ha aconsejado muchísimo en esta concentración, en el básquet, en el gimnasio... Siempre tuvo la mejor onda, explicándome todo despacio para que yo entienda, incluso explicando todo hasta tres veces cuando tenía una duda. Es un profesor más y lo tomo todos los días con esas ganas de aprender más y más. No estaré allá, pero siento que estoy en la universidad porque estoy aprendiendo muchísimo.
-¿Qué les genera a los más jóvenes como vos la Generación Dorada? Imagino que por un lado está la admiración absoluta por lo que lograron, ¿pero en algún momento juega esa mochila de ser los que vienen después de ellos y el hecho de convivir con la exigencia de la gente y el exitismo?
-Me parece que en el grupo estamos bastante claros con nuestros objetivos. No creo que sea una presión mala, sino sana. Competimos día a día porque tenemos muchas ganas de hacer lo que ellos hicieron, es esa presión que nos ponemos nosotros mismos de empujarnos día a día para llegar a nuestro potencial máximo. Obviamente que queremos llegar a ser como ellos, pero si no se da hay que ser medios realistas y entender que ellos son un poco de otro planeta, por algo pasó una vez sola, no es tan fácil de hacer lo que hicieron. Te das cuenta que ellos nos están dejando el legado, y por los próximos años somos nosotros y no tenemos más nada. La gente podrá hablar todo lo que quiera, habrá críticas y las entendemos, no las tomamos a mal. Entendemos que somos jóvenes y no tenemos la experiencia de ellos, pero estamos tratando de hacer todo lo mejor posible para llegar bien arriba. Estamos acá con un objetivo bien claro y lo queremos cumplir a toda costa.
-¿Por qué tenés una obsesión tan grande por la Selección?
-No lo sé (risas). Tal vez porque me haya ido del país un poco joven, a los 17 años recién cumplidos, y venía de varias experiencias buenas con las selecciones formativas. Eso me inculcó lo que es el amor por el país, pero también por irme tan joven que aprecié mucho más lo que tenía cuando me faltaba. Es el famoso dicho de que querés mucho más algo cuando no lo tenés. En mi primer año en Estados Unidos, cualquier cosa que aparecía de Argentina me volvía loco. Por ejemplo, en el Colegio teníamos un cartel de Fangio en el dormitorio. Y todos los días entraba y decía "¡uh, Fangio!", enloquecido porque era de Argentina. O cuando hablaban de Ginóbili, Messi, lo que sea... Incluso pasa hoy en la Universidad, que sale algo de Argentina y todos me miran y me enloquezco. No sé, es la pasión de estar presente por este país que tantas alegrías me dio, mis amigos, mi familia, representando a tanta gente. Es una sensación única que quizás la gente no se da cuenta porque lo mira desde otra perspectiva. Estando adentro es algo increíble, yo daría toda la vida para que sean todos los días así. Saber que estás representando a tanta gente es increíble y me da muchísimo orgullo.
-Tu llegada a la Selección Mayor se demoró un par de años por diferentes circunstancias, sobre todo lesiones. ¿Qué aprendiste de esos momentos, que para vos fueron frustraciones?
-Me trabajó mucho la cabeza. Las dos veces que no pude estar fueron un gran bajón, fue una sensación bastante fea y para colmo estaba solo, fuera de casa... Me tuve que apoyar en distinta gente para levantarme un poco y salir de ese pozo en el que estaba porque las ganas que tenía eran inmensas. Pero cuando pasaban los días y pensaba todo en frío, me daba cuenta de las cosas. Y apenas me recuperaba de las lesiones o las cosas que me habían pasado, volvía a la cancha con un objetivo personal, que en ese momento era la Universidad, pero siempre atrás de mi cabeza estaba la Selección y nada más que la Selección. Yo quería mejorar para estar en la Selección. Incluso he estado tirando solo al aro en una época en la que estaba medio flojo en los tiros libres, y me lo ponía imaginariamente a Luis Scola al lado mío juzgándome por si metía los libres o no para poder mejorar así. Así es la sensación que tengo adentro, por la Selección doy todo. Esas dos veces que no se dio, a pesar de que hayan dolido, me ayudaron indirectamente para seguir creciendo, sirvieron como motivación.
-Por lo que contás, la película de la Selección Mayor te la hiciste mil veces en la cabeza. ¿Lo que te encontraste acá era lo que te imaginabas?
-Era eso y un poco más también. Estar acá es algo indescriptible. La película me la hice muchísimas veces, sabía más o menos a lo que venía, y eso es un poco también lo que me ayudó. No vine preocupado, sino que vine directamente a entrenarme y romperme el alma.
-Tanto se demoró tu chance en la Selección que ahora estás peleando por un lugar en un torneo importantísimo. ¿Qué significa estar peleando por jugar el Preolímpico?
-Es mi vida. En este momento no pienso en absolutamente nada más que la Selección Argentina y el básquet. Tendré muchas personas preguntándome en qué estoy, porque en Estados Unidos ya están empezando la pretemporada. No puedo, pero me gustaría no responderles porque ahora mismo no me interesa otra cosa. Estar acá adentro es mi mundo, mi vida. Es lo que quiero hacer el resto de mi vida si pudiera.
-¿Qué tenés para darle vos a la Selección, cómo te encontrás hoy en día como jugador?
-Puedo entregar mucha garra, ganas, determinación para distintas cosas, más que nada en la parte defensiva. Vine muy enfocado en ese tema, quiero defender a cualquiera que se me ponga adelante sin importar la talla, el tamaño o nada. Eso es algo en lo que estoy muy seguro de mi mismo, puedo aportar la agresividad de cortar línea de pase, subir la presión defensiva... Me siento muy bien físicamente por suerte, y eso es algo en lo que estoy seguro que puedo darlo al 1.500%. Además, cumplir un rol ofensivamente que tal vez sea secundario en este momento. Vengo a meter mis tiros abiertos, tomar un par de decisiones y cuando sea la oportunidad ir hacia adentro. Soy consciente de que no voy a ser el jugador que va a tener la pelota en la mano cuando queden seis o siete segundos de posesión, o que no jugaré tantos pick and roll. El rol que me toque, si llego a estar, va a ser ese. Y deseo hacerlo con todas las ganas.
-¿Qué se siente cuando se te nombra como uno de los grandes valores de la nueva camada pensando a futuro?
-Es un orgullo. Y también es inesperado. No venía esperando tanta repercusión o sensaciones después de los Panamericanos. Vine a dejar todo lo mío, pero era consciente de que éramos muchos jugadores y aleros de alto nivel, sabía que la iba a tener complicada. Al día de hoy estoy sorprendido, pero también estoy seguro de mi mismo porque vine con la confianza para quedarme. Arreglé todo con la Universidad y les dije que hasta mediados de septiembre no me quería volver. Si Dios quiere, ojalá sea así.
SU VIDA EN ESTADOS UNIDOS Y EL BÁSQUET UNIVERSITARIO
-No es normal que a los 17 años se vayan de Argentina rumbo a Estados Unidos para hacer carrera universitaria allá. ¿Qué te llevó a eso, a dejar la familia y amigos para seguir tu vida allá?
-La verdad es que la situación la estudié demasiado. Tuve la suerte de tener bastantes ofertas de un montón de clubes, pero gracias a Dios mis viejos (Oscar y Alicia) me ayudaron muchísimo con la decisión. No estábamos convencidos de ninguna oferta al 100%, y eso nos dejaba en duda. Hasta que un día cayó el notición desde el Campus del Básquet sin Fronteras (NBA) de que ellos estaban dispuestos a ayudarme a buscar una beca universitaria. Apenas me lo dijeron, la llamé a mi vieja y le dije "me voy a Estados Unidos". No entendían nada, mi vieja lloraba, pero yo estaba completamente determinado, me cerraba por todos lados. Terminar una carrera universitaria en cuatro años mientras juego al básquet en un nivel muy alto no se puede conseguir en ninguna parte del mundo, así que no la quería dejar pasar. Soy consciente de que el básquet no es para toda la vida, y si uno no toma buenas decisiones en la carrera puede quedarse desnudo en tres días. Así que saber que tengo una educación de alto nivel como la estadounidense no lo quise dejar pasar, porque me va a ayudar mucho en el futuro y durante mi carrera.
-Está buenísimo que uno encuentre estabilidad a esa altura, pero eras un chico de 17 años y atrás dejaste un montón de cosas. ¿Qué fue lo más duro de irse en ese momento?
-No quiero sonar egoísta y quizás me van a tener que disculpar, pero por mis viejos no estaba preocupado para nada porque en toda mi vida me han apoyado de un lado al otro. Sé que ha sido muy difícil para ellos, pero me bancaron a muerte y yo estaba muy tranquilo con ellos. Lo que sí sufrí mucho fue por mis amigos, los chicos de Unión, la comida de mi vieja, lo que es Mar del Plata... Al principio no me di cuenta, pero después del segundo año caí en que extraño mucho a Argentina. Aunque no coincida con muchas cosas que pasan acá, este es mi país y eso se extraña mucho. Pero afortunadamente fui muy determinado, sabía que me quería quedar ahí a toda costa, quería terminar mi carrera universitaria sin importarme lo que se cruzaba en mi camino. Me habré perdido un montón de cosas acá en Argentina, pero esto lo haría de nuevo si lo pudiera hacer. Es una vida totalmente distinta a lo que estamos acostumbrados nosotros. Y, dejando de lado lo basquetbolístico, es increíble lo que he madurado como persona en estos cinco años, es abismal. Me fui de casa muy chico y muy lejos. No era que si extrañaba a mis viejos me podía tomar el bondi e ir. Me tuve que bancar varias solo, pero tuve la suerte de encontrar muchísima gente que me ayudó en este camino y voy a estar toda la vida agradecido.
-¿Qué te encontraste allá, cuál fue la primera impresión, tanto en Florida en el Colegio (Montverde) como en Washington para la Universidad (George Washington)?
-En Florida me encontré con una gripe increíble en el primer día, y está declarado que era del cagazo (risas). Fui con mi vieja y ella tuvo unos huevos como un tractor, porque si hubiera sido por ella me traía al toque. Yo estaba hecho pelota, no sabía donde estaba, no tenía ganas. Había ido unos días antes a recorrer Orlando y es una ciudad hermosa, pero esos dos días no los disfruté para nada, sólo pensaba en Argentina y en un buen asado. Estaba a menos de un kilómetro de Disney y no me importaba. Pero me fue a buscar el entrenador y apenas entramos al Colegio le dije a mi vieja "llegué a casa", lo que le dio un alivio terrible. Y eso que me encontré con un montón de reglas en el colegio, lo cual es entendible porque te están formando para un futuro. Pero no estaba tan bueno tener que tenderme la cama un sábado a las seis de la mañana, y si no lo hacía me tenía que ir a la cafetería a limpiar platos, por ejemplo. Fueron muchas cosas a las que me fui amoldando, hice un montón de amistades y terminaron siendo dos años increíbles. Y después tocó Washington. El Colegio me preparó un montón, así que no fui con miedo. Llegué y dije "esta es mi segunda casa". Apenas puse un pie en la ciudad me pareció hermosa. Salvando todas las distancias, es muy parecida a Buenos Aires y hasta tiene el mismo Obelisco. La vida ahí me encantó, con muchos estudiantes internacionales y mucha diversidad porque va gente de todo el mundo.
-Lo bueno es que, al margen de todas las comodidades que te brindan, no te regalan nada, son muy estrictos allá. ¿Qué te dio ese régimen universitario, tanto como persona como jugador de básquet?
-Como persona me hizo seguir madurando, porque a pesar de estar completamente solo, los entrenadores son muy estrictos en todo sentido. A tal punto que nosotros nos tenemos que sentar en todas las clases que cursamos en las dos primeras filas de asientos, no podemos usar celulares ni comer chicles, tenemos horas de estudio específicas para el equipo. El mismo día de partido, de visitantes, nos ponemos en algún salón del hotel a estudiar en silencio durante una hora. Tampoco podés llegar tarde a ningún lado porque sino al otro día te mandan a las seis de la mañana a entrenarte solo... En ese sentido me hicieron madurar mucho, en lo que sería el profesionalismo, entre comillas. Fui a jugar una liga amateur, pero me siento profesional por lo que me han dado. En relación al básquet, me ayudó mucho en mi físico, algo que estaba muy decidido a cambiar. Llegué a subir casi 20 kilos en tres años, que es una locura. Antes era una palito de escarbadientes y ahora soy un palito de helado (risas). Crecí bastante físicamente, lo que me ayudó a sentirme más cómodo en la cancha, con otra confianza. También me enseñaron técnica individual, cuestiones que en esa época estaban medio flojas. Ahora también lo están (risas), pero bueno, siempre hay que mejorar. También tuve la suerte de que al entrenador (Mike Lonergan) le gusta mucho el juego FIBA, así que no es un equipo tan callejero típico de Estados Unidos.
-¿En algún momento dijiste "me vuelvo" o tuviste dudas?
-Jamás. Ni una vez en la vida pensé en volverme. Lo habré pensando en joda algún día que estaba tirado en el vestuario hecho pelota de entrenar, pero sólo eso. Una sóla vez lloré, que fue una noche fea, la primera vez que me perdí el cumpleaños de mi viejo. Lo sufrí bastante, pero al otro día me levanté y ya pasó. La cabeza la tuve muy preparada para quedarme ahí, jamás la pasé mal.
-Eso también es parte de la educación que te dieron tus viejos, que los tenés presente en todo momento...
-Exactamente. A ellos les debo la vida. Si hubiera tenido otros padres no sé si hubiera hecho todo.
-¿Por qué elegiste la carrera de administración deportiva?
-Primero tenía la esperanza de hacer algo relacionado a negocios internacionales. Además, la Universidad está rankeada en el Top 10 del país en esa carrera, así que el nivel era muy alto. Fui con eso porque me gustó, me gustaba la economía y me entusiasmé. Pero empecé a cursar y me di cuenta de que la mayoría de las materias eran de política, algo que odio bastante (risas), así que tuve que dejarla. Ahí se presentó la posibilidad de administración deportiva, que también la Universidad está bien rankeada. Además siempre me gustó lo que era administración de empresas. Entonces hice una materia y me encantó. Saber que estoy en la administración de una empresa deportiva es lo que quise hacer toda mi vida, siempre estuve encariñado con eso. Siento que en un futuro puedo tener alguna posibilidad con eso. De hecho me han ofrecido pasantías en ESPN o para trabajar en la NBA, no como jugador, obviamente, porque sino lo hubiera hecho hace tiempo (risas). Así que eso también me entusiasmó bastante.
-¿Cómo te llevás con el estudio?
-Y... Al día de hoy ya estoy medio cansado y me quiero recibir, me quedan seis materias. No me gusta leer mucho, soy medio hiperactivo y no puedo estar mucho tiempo sentado leyendo porque me canso. Pero la he llevado bien. Con su sistema tan estricto te ayudan un montón. Por ejemplo, tenemos una señora que está con los 12 jugadores del equipo en todo momento por motivos académicos. Ella nos revisa si hacemos las tareas, cómo nos va en las materias, los parciales y demás, está arriba nuestro para que llevemos todo al día, porque si no lo hacemos no podemos jugar, no queda otra. Nos dan muchísimos recursos para llevarla bien y que sea liviano, no una carga. Si se te hace cotidiano el estudiar un poco todos los días, la llevás bien. Obviamente que las semanas de parciales son un infierno porque tenés todas las materias juntas. Pero si te va bien en todo el año, la llevás bien.
-Está claro que la cabeza hoy por hoy está en la Selección y el Preolímpico, ¿pero cuál es la ilusión para cuando termine tu carrera en la NCAA y saltes al profesionalismo?
-La ilusión siempre va a ser la NBA, también ese fue un poco el motivo de irme a Estados Unidos, saber que estás ahí, a un paso de la NBA, porque es mucho más cercano saltar desde una Universidad que desde un equipo de Liga, eso es una realidad. La ilusión siempre está ahí, pero tal vez esa opción no llegue o hay otras posibilidades. Por lo que está en mi cabeza en este momento, me gustaría mucho comenzar mi carrera en Europa y adquirir experiencia allá para después sí, en un futuro, saltar a la NBA.
-Pero siempre con el gancho celeste y blanco, ¿no?
-Totalmente. Que todos los inviernos del país sean estando presente con la camiseta de Argentina.
Fuente: Prensa CABB
Foto: www.ligateunafoto.com
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