Esta noche vuelven a enfrentarse Quilmes y Peñarol. Adiós a la disparidad. El primer clásico pudo ser para cualquiera. Hoy, a las 21 y otra vez en el Polideportivo, el desquite.
Las diferencias que Peñarol marcaba sobre Quilmes en los últimos años de duelos clásicos de la Liga Nacional ya no son tan marcadas. El equipo "tricolor", y sin jugar bien, ratificó el lunes esta sensación que se había instalado en el ambiente con su triunfo en el partido inaugural. Esta noche intentará ratificar que lo del último cotejo es algo más que un episodio de momento. Los dos tradicionales adversarios se volverán a ver las caras en el Polideportivo, esta vez con localía quilmeña ?sólo para organizativos-, a partir de las 21 y con arbitraje de Pablo Estévez y Fabricio Vito.
Más allá del análisis que puede realizarse del hecho deportivo, todo lo vivido el lunes no hizo más que demostrar la valía del clásico marplatense con dos hinchadas adentro del estadio. Pese a la polémica de la última semana, en definitiva, el hincha de Quilmes acudió como siempre. Y festejó ruidosamente, pero en paz, sin inconveniente alguno. Fue una fiesta. Como debe ser. Claramente lo mejor de esta inauguración de la Liga Nacional fue la pasión de los hinchas en las tribunas.
Dentro del rectángulo de juego, el clásico tuvo vuelo bajo. Aunque la paridad le garantizó alto voltaje emotivo hasta el mismo final. Quilmes lució por debajo de lo que mostró en la temporada anterior. Peñarol le negó el contraataque, trato de alejarlo de su canasto y le ofreció, en cambio, el tiro de tres puntos. El lanzamiento a distancia condenó a los de Ramella en la primera parte, pero fue carta de triunfo en la recta final cuando sendos "mazazos" de Maciel y de Ivory Clark le abrieron las puertas del cielo.
En definitiva, los de Ramella estuvieron por debajo de los 70 puntos, como en la serie de play-offs de cuartos del año anterior. Pero ganaron defendiendo. En ese apartado, lo suyo del segundo tiempo fue para poner en un cuadrito. Lograron terminar con las incursiones de Boccia y Giorgetti cerca del canasto que tanto los habían lastimado en el primer tiempo. Y dominaron ampliamente la lucha por el rebote.
Ese dato marca con claridad cómo extrañó Peñarol al lesionado Martín Leiva. El actual campeón apenas si tomó un rebote de ataque en todo el partido. Y en todo el segundo tiempo no logró casi postear jugadores en la pintura quilmeña. Aunque más no sea que para intervenir en la circulación y devolver la pelota al perímetro. Quedó limitado a un tiro abierto que funcionó como muchas intermitencias y lo dejó a pie en la parte final. Boccia, el mejor jugador del duelo, intentó rescatarlo del pozo en los últimos tres minutos como hubiera hecho Campazzo. Pero alcanzó para ponerle incertidumbre al resultado. No para cambiar el destino del partido.
En cuanto a los nuevos, por el lado de Quilmes, Cequeira mostró chispazos de su calidad. Fue más importante lanzando de media distancia que conduciendo al equipo. De él se espera que lidere el contraataque, siempre un arma predilecta para Ramella. Pero ese recurso el lunes no funcionó. Clark cumplió en defensa, no gravitó en ataque, pero anotó un triple fundamental en los minutos finales. Y Wolkowyski, en su regreso a las canchas, alternó más malas que buenas.
En las filas "milrayitas", Sahdi jugó con la decisión que todo el mundo le reconoce. No alcanzó estatura de conductor y cuando intentó resolver individualmente tuvo tantos aciertos como errores. Konsztadt jugó sin mirar el aro. El aporte del pibe Massarelli, acotado temporalmente, se redujo a una lucida conversión en la cara de Wolkowyski. Y Alejandro Diez, el más conocido, cumplió ampliamente con su cometido defensivo, pero no tuvo espacios para meter su correcto tiro de tres puntos.
El clásico no tuvo una gran figura y sí, en cambio, jugadores que cumplieron. Quilmes ganó defendiendo, pero dependió demasiado de sus individualidades en ataque. Peñarol tuvo un ratito interesante en el arranque del segundo cuarto, pero muy efímero. Y quedó corto por la ausencia del más largo.
Esta noche aparecerán en escena varios de estos condimentos. Seguramente, también, algunos nuevos que pueden cambiar una ecuación cuya resolución ya no es tan sencilla. Y que obliga a esfuerzos adicionales para llegar al resultado deseado.
Fuente: La Capital
Comentarios