El quinto título de Peñarol en la Liga Nacional será recordado por siempre como el de la gran temporada de Facundo Campazzo. Pero hubo un integrante del plantel que vivió un año único. Fernando Rivero, el entrenador, pasó en nueve meses de eterno asistente a DT campeón casi sin escalas. En un salto de calidad tan importante como el del propio base. El platense, en la tranquilidad de su casa, en un diálogo amplio con LA CAPITAL, habló de pasado, presente y futuro. Contó cómo transcurrió esta temporada decisiva para su carrera. Y destacó calidad y actitudes de sus jugadores. "Cuando se concentran en el juego, son buenos de verdad", señaló.
-¿Cuál fue el sello de Rivero en este título de Peñarol?
-Por ahí, a diferencia de los años que estuvo Sergio Hernández, un poco más de insistencia con el juego interior, ya sea con el pivote natural, el alero o los perimetrales. Eso lo hicimos bien. Y me identifiqué mucho con la forma de defender del equipo en los play-offs. Lo habíamos hecho en noviembre y diciembre, a lo largo de esa etapa que concluyó con nuestro título en el Súper 8. Pero, por lo demás, había muchas cosas que funcionaban bien. No de casualidad se habían ganado tantas cosas. Eso sí, a diferencia del año anterior, buscamos que el recambio de Leo Gutiérrez sea de sus mismas características. La temporada pasada sufrimos y tuvimos que modificar nuestras ofensivas porque Rasio era diferente en su juego. Por lo demás, las ofensivas eran las mismas, tenían hasta los mismos nombres. Sólo algunas adaptaciones a las características de Boccia, distintas a las Mata. Con Gabriel Fernández y él dimos vuelta un poco la cancha, no estaban acostumbrados los rivales a un pivote que juegue de frente y a un perimetral que defienda interior.
-¿Cómo fue internamente la temporada para vos?
-Recién sentí presión cuando nos pusimos 3-1 en la final. Me empezó a trabajar la cabeza con que faltaba un sólo partido para ser campeones. Pero faltaban varios días para que llegara y el tiempo no se me pasaba más. Para colmo, en Corrientes nos sacaron a patadas en los primeros minutos y hubo que regresar a Mar del Plata y seguir esperando. Pero durante la temporada me sentí bien, cómodo, respaldado por los jugadores y los dirigentes. Tuvimos un momento feo en Uruguay cuando quedamos afuera de la Sudamericana. Pero creo que era lógico. Yo era novato, hubo lesiones, y eran varios los jugadores nuevos. Para colmo, el primer extranjero no había dado soluciones y tuvimos varios partidos una ficha menos...Y la Liga estaba rara...
-¿En qué sentido?
-Como no había presiones, cualquiera que venía al Polideportivo nos jugaba como en "un soltero contra casados". Muchos equipos nos hicieron mucho partido, creo que producto de la falta de presión. Cuando le encontramos la vuelta, hicimos un torneo bárbaro. En noviembre-diciembre, jugamos muy bien al básquetbol. En el Super 8 nos impusimos con mucha presencia a tres equipos muy buenos. Al regreso del receso, la confianza que alcanzamos con nuestra ofensiva nos hizo relajar defensivamente y perder algunos partidos. El 24-6 de la segunda fase, de todos modos, fue un récord para la institución. Y nos vino muy bien el receso para volver a las fuentes. Para descansar, para volver a trabajar el ABC, la defensa uno contra uno, para procurar encontrar la mejor versión de cada uno. Entrenamos mucho y en los play-offs lo hicimos extremadamente bien, sobre todo defensivamente.
-Esta temporada, de las últimas, tal vez haya sido la que menos influyeron los extranjeros. ¿Cómo se explica dominar la competencia con aportes tan acotados de los foráneos?
-Pasa que en Peñarol los extranjeros han sido siempre Gutiérrez, Leiva y Campazzo. Varios años jugamos con uno sólo y hemos ganado muchos títulos. Hubo varios que quisieron copiar la fórmula y no les dio resultados. Porque no tuvieron nacionales de tanta calidad para tirar del carro. Pero yo estoy conforme con los dos extranjeros. Ellos resignaron un poco su esencia, sobre todo Fisher, que venía de ser goleador en sus equipos. Cuando lo traje le expliqué como era el equipo y qué necesitábamos de él. Más allá de que tiene una mano tremenda, igual que Sosa...
-¿Se bajonean los extranjeros con tan poco protagonismo?
-Isaac en algún momento de la temporada, sí. Pero hay que tener en cuenta que tiene nada más que 23 años y que fue su primera salida del país...Fisher no, la tiene clarísima. Es un profesional que recorrió varios países. Pero los dos resignaron y se acoplaron en pos de un objetivo. En definitiva, se trata de manejar los egos y de sacrificar lo individual por el bien del equipo.
-¿Es muy difícil manejar los egos en Peñarol?
-No. Está bien marcado de quién es el liderazgo del plantel. Gutiérrez le habla mucho a cada jugador que recién se suma. No sólo a los extranjeros. También a los nuevos, aunque no a "Gaby" porque lo conocía ampliamente. Todos tienen claro que el objetivo es estar lo más arriba posible. Leo en los play-offs, más allá de las defensas que le hicieron, resignó su rol ofensivo para generar espacios y lugares para el resto. En la serie con Quilmes, Campazzo y Leiva tuvieron tremendos números. Y de Leo se encargaban dos o tres defensores. Quedaba un montón de espacio en la pintura. Facundo tuvo dos partidos de 32 y 36 puntos sumando de a dos, algo muy difícil. Todo gracias a que Leo se adaptó a jugar así. Antes del tercer partido, hablé con él y le dije que íbamos a buscarle la vuelta al planteo para que tuviera más protagonismo ofensivo. "Tulo, mientras que el equipo gane, está bien así. Yo me quedó al costadito juntando marcas", me respondió. Un crack. Eso es Gutiérrez. Por eso los egos no son problemas. Si él marca el camino de esa manera, cuando aparece uno que desentona, va cachetazo.
-Algunos jugadores tuyos dijeron que les sirvió mucho la oposición que planteó Quilmes en el cuartos de final...
-Sobre todo porque arrancamos perdiendo. Estar 0-1 con el clásico rival, con objetivos totalmente diferentes, era difícil. Para nosotros era un fracaso quedar afuera contra ellos. Ellos estaban cumplidos. De hecho, estuvieron gran parte del año dentro de los seis primeros, hicieron un campañón. Perder el primer partido provoca que, ganando los dos siguientes, recién puedas ver las cosas encarriladas después del tercero. Fue áspero. Nos pusieron muchas barreras defensivas, nos hicieron laburar muchísimo. Fue muy similar a aquella serie que jugamos contra Weber Bahía que ganamos 3 a 2, la del retiro de Espil. Ellos cambiaron muchas cosas para esos partidos, sistemas defensivos, nos corrieron mucho, jugaron mucho match up. En el quinto los terminamos corriendo de la cancha, pero fue así. Y después pasamos 3-0 a Boca y vos ves el resultado y pensás que eran un "equipito". Pero tuvieron una gran remontada en la segunda fase, eran candidatos...
-Hasta el último minuto de la primera semifinal...
-Bueno, ese fue un mérito nuestro. En ningún momento se resignó el intentar ganar. Nosotros seguimos y seguimos. Siempre abajo. Cada vez que cometimos un error, nos lo hicieron pagar. Pero la perseverancia, la tosudez, el ser cabeza dura, no relajarnos, nos mantuvo con vida. En ese sentido, estos jugadores son los mejores.
-Ese partido, por el esfuerzo, el segundo de la final en Corrientes, por lo que significó, seguramente integran un cuadro de honor de la temporada...
-Sí, pero a mí me gustó mucho el primer tiempo frente a Regatas en el Súper 8. Ahí el equipo alcanzó un nivel extraordinario. Como partido completo, la segunda final en Corrientes fue estupenda. Ellos casi no perdían en su casa. Nosotros veníamos de un primer partido en el que nos habíamos enojado con todos: árbitros, público, rivales...El equipo se concentró en el juego. Y cuando juegan, son buenos de verdad.
-Ese, el del temperamento, es uno de los pocos problemas que tiene el equipo. Muchas veces hay que frenarlos...
-A veces te cortás con el filo de tu propio cuchillo. Podemos patinar en ese sentido como en el primer partido ante Regatas, o en el primer partido del Súper 8 frente a Libertad, cuando también nos peleamos con todos. A veces nos parece que no pudimos ir ocho o diez puntos abajo. A Facundo todavía le cuesta entender que a esto se puede perder. Pero yo los prefiero así. Después de desbordarse en algún partido meten cinco o seis seguidos en los que van para adelante con una concentración única.
Gimnasia, el otro "Tulo", la llegada a Peñarol y la suerte
Equipos, jugadores, ciudades...Es cuestión de tirar un nombre y los recuerdos se disparan cuando se charla con un entrenador de básquetbol. Fue la excusa para bucear un poco en el pasado del "Tulo".
"Me acuerdo que iba mucho a ver los partidos de Liga Nacional a Buenos Aires. Leo Diebold, que era muy amigo mío, jugaba en Ferro y lo seguía. Un día jugaron contra Atenas y fui, no me lo podía perder. En el segundo cuarto Atenas perdía por quince, en el tercero lo mismo, esperaba la reacción en el último y nada. "¿Qué pasa con estos tipos?", me preguntaba. Cuando terminó el partido lo hablé con Leo y él me explicó. "Cuando ven que no tienen chances, no gastan energías, ya se preparan para el próximo partido", me dijo. A los dos días volvieron a jugar y Atenas ganó por cuarenta. Los tipos tenían tanta calidad que cuando se daban cuenta que no era la noche de ellos o que el rival estaba superinspirado, ahí quedaban. Manejaban ellos.
-¿Te confesás un admirador de Atenas?
-Sí. Cuando era pibe veía cualquier partido de básquetbol. Todavía no llegaba tanta NBA. Cuando podía viajar a Buenos Aires, lo hacía. Cuando Gimnasia jugó la Liga B o más tarde el TNA, siempre estuve en el Poli. Y también, cuando venía de vacaciones, iba mucho a la cancha aquí en Mar del Plata. No llegué a ir al Domo, pero sí al Polideportivo y a Once Unidos.
-En gimnasia de muy chico tuviste la oportunidad de ver a grandes equipos...
-Sí, vi la epoca de Daniels, Metcalfe, Kunkel, Jackson, el "Gallego" González, Guitart, "Finito" Gehrmann, el uruguayo Haller...Más acá en el tiempo, cuando yo jugaba en infantiles y se viajaba a Buenos Aires, compartía el micro con el "Gigante" Jorge González, que era uno de los juveniles reclutados por el club. Acompañaba mucho al equipo de Allegretti, Crivaro, Cerisola, Lorio, el "Chino" Zulberti, Gastón Carra, un base que jugaba muy bien y que tuvo que dejar el básquetbol por algunos problemas familiares...El básquetbol siempre fue un deporte tradicional de Gimnasia, incluso antes de la Liga Nacional, cuando jugaba el Metropolitano y se armaban partidazos con Ferro, Obras y Lanús. Recuerdo todavía los duelos de Allegretti con Sacchi o el "Negrito" Marín. Cuando yo era en juvenil, jugábamos contra un gran equipo que armó San Andrés cuando empezó a reclutar: Diebold, Gabriel Cocha, Michael y Jason Stura...
-¿Hasta qué edad jugaste?
-Hasta los veintisiete en el torneo local. Entrené dos años e hice banco en el equipo de Liga de Gimnasia. Era un buen base cuando tenía doce años. Si hasta me hacían notas en los diarios a esa edad...
-Me nombraste un montón de jugadores y no al más importante...
-¿Cuál?
-A "Tulo" Rivero...
-Sí, por él me pusieron el apodo. Fue un venezolano que trajo Gimnasia en 1975, Ramón Rivero. Con los años, la banda del "Chino" Zulberti y "Richard" Lorio me bautizó "Tulo". Yo no lo ví jugar a Rivero, era muy pibe. Pero todavía se recuerda una volcada suya en el Poli de Gimnasia que entró sin tocar la red, picó en el piso y rebotó hasta superar la línea del aro...Para entonces, era todo una novedad.
-¿Cuándo asomó el entrenador?
-Empecé a dirigir a los diecisiete años. Todas las divisiones que se te ocurran. Escuelita, premini, mini, preinfantiles, todas...En Gimnasia y en la Selección de La Plata. Hice tres años de Económicas y después me tocó el servicio militar muy largo, dieciocho meses. Fue cuando Menem era presidente y no había plata para incorporar a la clase siguiente. Luego quise retomar Económicas y no pude. Me fui para Educación Física, me recibí y a los 27 años tuve que optar entre dirigir y jugar porque era demasiado. Elegí dirigir. Y al tiempo apareció Guillermo Narvarte buscando un asistente para que lo acompañe en Peñarol. El justo estaba con la Selección U21 en el Mundial y el entrenador jefe era Gonzalo García, que me conocía de Gimnasia. El me recomendó a Guillermo. Me acuerdo que me fui al CENARD a hablar con él. Tenía unos nervios bárbaros. Cuando terminó la charla, me dijo: "Bueno, te van a llamar los dirigentes". Estaba chocho...Antes hubo una anécdota.
-¿Cuál?
-Todos los años me iba a Sierra de la Ventana a pescar, que es mi otra pasión, con unos amigos. Me fui cuatro días. Una vuelta, cuando llegamos de pescar, tipo ocho de la noche, apareció el dueño de la cabaña y preguntó: "¿Quién es Fernando Rivero?". Me asusté mucho, pensé cualquier cosa, que le había pasado algo a mis viejos...El hombre se dio cuenta y me tranquilizó. "No pasó nada, pero llamá a tu casa", dijo. Bueno, hice cuatro cuadras, busqué una cabina. Mi vieja entonces me dijo que me había llamado Guillermo Narvarte y me pasó su número de teléfono. Lo llamé y ahí quedamos encontrarnos en el CENARD. Así comenzó todo.
-¿Pensaste entonces que te ibas a venir por nueve años?
-No, jamás. Me acuerdo que llegué al club, subí al primer piso, donde hoy está la oficina de "Rulo" Moreno, no me conocía nadie. Me presenté solo, Guillermo estaba en Córdoba con la Selección...Después me pude quedar con el "Negro" Romano porque justo vino sin asistente. Leo Diebold, que había jugado con él, me dio una mano, me pasó el teléfono y pude hablar con él. Y al año siguiente, cuando llegó Sergio, también sin asistente, me ayudaron Gonzalo García y Manuel Alvarez, el "profe" de la Selección, que es mi mejor amigo. Un poco ellos, un poco los dirigentes, un poco lo que había hecho, y me quedé.
-Tuviste suerte...
-Siempre tiene que haber una cuota. El otro día, en el viaje a Corrientes en avión, leía una nota de Wall Street. En Estados Unidos hay un slogan: "Es mejor ser afortunado que capaz". Algo de cierto hay. Cualquier entrenador que está en la Liga, sabe de básquetbol. Pero necesita lo otro. Estar en el momento justo, en el lugar indicado. Por ejemplo, hoy me preguntan por Facundo Campazzo. El tiene condiciones y talento. Pero coincidió en un mismo club con Sergio Hernández y Leonardo Gutiérrez, que lo apuntalaron y lo llevaron. El tipo absorbió todo. Lógico que si me ponen a mí de base en lugar suyo, por más que me ayuden, no pasará nada. Pero tuvo suerte y hoy está tremendo.
Campazzo y la influencia de Gutiérrez
-¿El peor momento del equipo fue cuando Campazzo estuvo lesionado?
-Sí y nos agarró con el cuadrangular de la Sudamericana en Montevideo. Recuerdo una cena tristísima en Junín con Argentino, un momento en el que veíamos todo mal. Estábamos en el restaurant y le veía las caras a los jugadores y pensaba en lo difícil que estaba todo. Pero los líderes empezaron a mostrarnos la salida. Pasó que el equipo venía jugando al ritmo suyo. De golpe, entrenador nuevo, cinco jugadores nuevos y falta el base titular que, como si fuera poco, juega más de treinta minutos. Nos costó mucho...
-Con el agregado del salto de calidad que dio en la Selección. Nunca había influido en el equipo como en esta temporada...
-Sí, a la Selección fue como relevo de Laprovíttola. Cuando se dieron cuenta de que no paraba de producir, terminó siendo el segundo referente. En un partido en el que Scola salió por cinco, decisivo por la clasificación, creo que Venezuela, jugó cuarenta minutos y la rompió. Algunos le pedían lectura de situación y bajar uno o dos cambios. Pero la mejor versión de Campazzo es a ciento veinte kilómetros por hora. Yo no se lo quitaría, lo dejaría en esa sintonía. En el futuro, cuando las piernas dejen de darle, con otra cabeza, cambiará su modo de jugar.
-¿Qué te parece que es lo mejor para él?
-Obviamente, irse de acá. A un lugar dónde pueda seguir jugando. Eso es lo más importante. Si Europa y Estados Unidos le dan las mismas posibilidades de jugar, yo prefiero Estados Unidos. Pero para progresar y mejorar tiene que tener minutos. Si lo logra, la Selección tiene base para rato.
-¿Te quedás?
-No lo sé, todavía no me hablaron. Mi idea es quedarme, por supuesto. Este año es un poco atípico porque Peñarol, a esta altura en temporadas anteriores, ya tenía renovado a buena parte del plantel. Eso no ocurrió y es lógico porque aún no está claro el formato del próximo torneo, tampoco la cantidad de fichas de los equipos, ni si habrá elecciones en la AdC. Salvo dos o tres, el resto no se ha movido. Habrá que esperar...
-Si te quedás, ¿ves un equipo ganador en el futuro sin Campazzo?
-Sí. Mientras esté Gutiérrez, Peñarol seguirá arriba. A mí no me gusta hablar de mí, pero me voy a poner como ejemplo. Si cuando empecé a dirigir al equipo la gente me comparaba con Sergio Hernández, estaba haciendo una lectura equivocada. Imposible comparar a un entrenador de tanta trayectoria con un novato. Lo mismo ocurrirá con el base que venga si lo comparan con Campazzo. Esa comunión entre cuerpo técnico, dirigentes, hinchas y jugadores es importante, aunque suene a cassette. Sin esos cuatro pilares atados es difícil lograr todo lo que se logró. Lo mismo para Peñarol que para cualquier club.
-Cuando hablamos de comunión no implica que el plantel vaya junto de la mano a todas partes...
-No, por supuesto. Tienen que ir todos de la mano dentro de la cancha y en la semana trabajando. Por eso a mi me parecieron muy buenas las actitudes de los extranjeros, por un lado, y de un tipo como Gabriel Fernández, por otro, que fue medalla de oro y campeón en España y que se bancó jugar poco para terminar rompiéndola en los play-offs. Nos abrió la cancha, defendía, por eso jugó tantos años en ligas muy importantes. Tiene calidad, sabe pasar la bola, tiene lectura de juego. Bienvenido su mejor momento cuando más lo necesitábamos.
Fuente: La Capital
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