El equipo de Fernando Rivero jugó un primer tiempo muy malo. Pero puso todo en orden esforzándose el doble en defensa para poder conseguir sus puntos en transición. Así quebró por completo a un Quilmes que había comenzado mejor.
No tenía más motivación que el honor. Ya no podía ser “1”, ni tampoco perder el “2”. Pero honor es una palabra muy fuerte para este Peñarol. Y cuando se vio en problemas, tras un primer tiempo flojísimo, encarriló todo jugando a “cara de perro”, sin concesiones, defendiendo cada ataque quilmeño como el último. Así se impuso 86-59 en el último Superclásico de la temporada, por un adelanto de la trigésima y última fecha de la segunda fase de la Liga Nacional de Básquetbol.
Sin embargo, Quilmes volvió a jugar el partido mucho más cerca de su techo que Peñarol en el primer tiempo. Y eso que su ataque fue de discreto para abajo. Con Baxley bien controlado por Fisher y empecinado en pasar por dónde no se podía.
Pero su defensa produjo mucho. Provocó errores, dominó el rebote y obligó malos tiros. El triple de Leo Gutiérrez con el que Peñarol abrió el partido fue un espejismo. El elenco “milrayitas” casi nunca atacó cómodo, amén de cometer algunos errores de ejecución individual poco frecuentes. El apuntado tiro de tres puntos de Gutiérrez fue el único exitoso en el cuarto inicial para Peñarol.
Quilmes, adelante, tomó los riesgos de casi siempre. Apostó al tiro remoto rápido y como su efectividad fue superior a la del conjunto local sacó una pequeña ventaja, que trepó hasta 17-11 a casi dos minutos para el final del cuarto inicial.
Entonces Peñarol produjo cinco minutos sólidos. Con defensa confiable y salida rápida. Con Campazzo un ratito en buen nivel. Así remontó la cuesta y, con un parcial 11-0, a los tres minutos del segundo parcial pasó a liderar 22-17.
Pero el nivel de los relevos peñarolense de hoy no es el mismo de diciembre. Y cuando salieron Gutiérrez y Campazzo la estantería se derrumbó. Jugó un rato con Leiva y cuatro relevos. Otro con el capitán y cuatro sustitutos. El resultado fue el mismo: imposible anotar un lanzamiento con la rotación.
Quilmes, despacito, se puso en juego. Su banco sí que aportó. Luca Vildoza entró en buen nivel e hizo jugar. Gallizi desequilibró en el poste con su velocidad cuando no estuvo Leiva. Y Maciel aportó tanto criterio como una buena defensa sobre Gutiérrez. El equipo de Ramella respondió con un parcial 10-0 que le devolvió el control de la situación. Es más, de no haber fallado tantos libres, pudo aprovechar mejor el pésimo juego ofensivo peñarolense que el 32-27 con el que se fue al descanso.
A la postre, Quilmes lamentó no haber exprimido más ese pasaje en el partido. Porque Peñarol volvió de los vestuarios a defender “a cara de perro”. Quilmes no había contado con demasiadas concesiones defensivas en la etapa inicial. En el tercer cuarto los titulares “milrayitas” no le dieron ni una.
Esa defensa, que dejó a los de Ramella en nada más que 12 en el parcial, construyó un vuelco. Que fue costoso. Porque siguió sin meterla de tres puntos. El aire ofensivo lo consiguió recuperando la bola con su defensa y saliendo en contraataque. Fischer cerró dos corridas y Boccia tres para pasar al frente promediando el parcial.
Cuando alcanzó la línea quilmeña, el conjunto de Rivero se serenó, pudo encadenar un par de buenas ofensivas y encontró un triple de Gutiérrez (muy afortunado) y otro bien tomado de Giorgetti para tomar diez puntos de ventaja en un abrir y cerrar de ojos.
Peñarol ingresó 52-44 arriba al cuarto final. Quilmes, multiplicándose defensivamente, no lo dejó escapar. Pero poco pudo arreglar del otro lado de la cancha. Peñarol impuso condiciones con su defensa y mantuvo la ventaja con el overol puesto.
Y cuando ingresó Gabriel Fernández, para darle un rato de descanso a Leiva, hizo cuatro cosas bien hechas y la luz se hizo de quince puntos. Dos defensas que provocaron sendas pérdidas y, del otro lado, una asistencia brillante a Giorgetti y un tiro de tres puntos exitoso.
Ahí Peñarol selló el curso del último clásico de la temporada. Le puso la rúbrica a la historia de siempre, esta vez, con los dedos manchados con la grasa del trabajo. Es que, a la hora de jugar un clásico, nunca tiene pereza. Si le falla la jerarquía de grande, nunca lo traiciona su corazón de amateur.
Síntesis:
Peñarol (86): Facundo Campazzo 14, Forrest Fisher 4, Adrián Boccia 16, Leonardo Gutiérrez 19 y Martín Leiva 12 (FI); Gabriel Fernández 3, Axel Weigand 2, Isaac Sosa 0, Matías Ibarra 3, Santiago Giorgetti 2 y Franco Giorgetti 11. DT: Fernando Rivero.
Quilmes (59): Fabián Sahdi 3, Walter Baxley 11, Facundo Piñero 8, Mario Ghersetti 2 y Diego Romero 4 (FI) Lucas Ortíz 10, Luca Vildoza 5, Maximiliano Maciel 10 y Tayavek Gallizzi 6. DT: Leandro Ramella.
Progresión: 15-17, 27-32, 52-44, 86-59.
Arbitros: Pablo Estévez y Leonardo Mendoza.
Estadio: Polideportivo Islas Malvinas.
Fuente: La Capital
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