Sergio Hernández, sobre el gran clásico de Leo Gutiérrez. El entrenador de Peñarol ponderó la enorme actuación del líder del equipo en el gran duelo frente a Quilmes del domingo. Y confesó que su equipo no jugó bien. "Estuvimos para el nocaut", afirmó.
Siempre es un placer dialogar con Sergio Hernández. Por su claridad de conceptos, por su predisposición natural a apoyar cada afirmación suya con un ejemplo para que todo quede clarito. El entrenador de Peñarol casi que da un título en cada respuesta. Dentro de los varios posibles ("Quilmes no se animó a ganar el partido", "Estuvimos para el nocaut", "Si perdés tres partidos, pasás de segundo a sexto", "Lo nuestro es producto de la continuidad", etc.), es justicia quedarse con sus definiciones sobre Leonardo Gutiérrez. Porque ya parece hasta normal que casi siempre juegue bien y muchas veces se pone el foco en otras cuestiones o jugadores para no ser repetitivos. Pero el cordobés jugó un partido monumental en el clásico más difícil de los últimos tiempos para Peñarol. "Se daba cuenta que no estábamos del todo bien y que hoy era el día de exigirse a fondo", le dijo tras el partido a LA CAPITAL.
-¿Sufrieron más de lo esperado?
-Yo siempre espero que los partidos sean duros. Conozco esta Liga, hace veinte años que estoy en ella, y he ganado y perdido partidos que no estaban en los planes. Se daba una situación que no se había dado mucho en los últimos tiempos. Ellos venían de ganar y nosotros de perder. Y además habían renovado la ilusión con dos extranjeros que les van a dar muchas cosas como Matthews y Smith. Nosotros nos habíamos comido 35 puntos en el último cuarto ante Lanús. Había como una cosa nueva. Como todos los equipos a esta altura del torneo, Quilmes jugó con mucha actitud, fue a buscar el partido, nos presionó, no nos dejó jugar. Nosotros estuvimos un poco desgastados, más allá de la baja de Lauría, porque Lamonte no está bien y durante el partido sufrimos por la acumulación de faltas de Leiva. Eso hace que Gutiérrez juegue muchos minutos, Campazzo lo mismo. Y no sólo es la cantidad de minutos, también que hacen un despliegue demasiado grande de cosas. Entonces, terminamos siendo un equipo muy evidente. Si no entran los triples de Leo, a casa. Nosotros sabemos que no jugamos bien y el 50% es mérito de Quilmes que hizo un buen trabajo. Creo que Quilmes, en algún momento, no se animó a ganar el partido. Que se entienda bien: en el deporte existe el miedo a perder y el miedo a ganar. Cuando ellos nos tuvieron como para ganar, pareció como que no querían que se rompiera nada, fue como si hubieran pensado siempre que la desventaja de cinco podía irse a quince en cualquier momento. No fueron ni para atrás, ni para adelante. Y nosotros estuvimos para el nocaut.
-Lo de Gutiérrez, especialmente, y lo de Campazzo fue deslumbrante. ¿Hasta qué punto las respuestas del equipo fueron individuales y hasta qué punto fueron colectivas?
-Si hacés un análisis de eso, todos esos tiros vienen del juego, son tácticos. Más allá de que en alguna jugada puede sorprender la rapidez de algún lanzamiento, si Leo llega al ataque rápido como último hombre y la defensa rival retrocede para evitar alguna penetración, se la vamos a dar para que la tire. Lo mismo si su defensor hace una mínima ayuda. Los brasileños, cuando Oscar jugaba, decían que los de él valían tres y los del resto, dos. Cuando él está conectado con el aro, es imposible pararlo. La única es no dejarlo tirar. Campazzo jugó gran parte del partido sin buscar mucho el aro. Pero cuando se dio cuenta que Lamonte no estaba, que Selem estaba bien defendido y Martín estaba afuera, decidió ser la segunda vía de gol. Resolvió tomar decisiones. Si no, ¿quién hace los puntos? La desesperación de Quilmes por quedarse pegado a Leo Gutiérrez en el final nos abrió la cancha y pudimos hacer tres o cuatro penetraciones que no habíamos hecho en el resto del partido.
-Nunca lo vimos a Gutiérrez exigirse tanto en un clásico como esta vez, ¿coincidís?
-Leo hace sus lecturas de la situación, el sabía que estábamos ahí...
-Olía el peligro...
-Exacto. Se daba cuenta que no estábamos del todo bien y que hoy era el día de exigirse a fondo. Por eso es el mejor de la Liga. Cuando tiene que jugar bien, juega bien. Al menos en cuanto a mentalidad, actitud, lectura de juego, liderazgo...Tal vez no siempre la mete como lo hizo esta vez. De lo contrario, sería titular en la Selección Argentina.
-¿Te preocupa a futuro, pensando en los play-offs, que el equipo necesite de tantos minutos de Leo y de Campazzo?
-No es lo ideal. Esto no es la NBA. Popovich, no sé cómo hace, puede darle dos partidos de descanso a Duncan y Parker. En esta Liga, hay pocas fichas. Tres son juveniles, se te lesiona uno, ya tenés ocho jugadores. De ellos, un jugador es de rol, no lo podés contar para que haga puntos. Entonces, no podés hacer descansar jugadores. Si perdés tres partidos, pasás de segundo a sexto. Intentar acceder al "1" y defender el "2" ante Libertad es una lucha titánica. Nos jugamos mantener la ventaja de cancha hasta la final y eso es mucho. En esta Liga, muchísimo.
-¿En cuánto influyó que con todos los cambios de último momento no hayan podido estudiar lo suficiente a Quilmes?
-Influye, pero no tanto. Volvimos de Lanús y pudimos hacer sólo una práctica para Quilmes. Mucho tiempo no había. Además, conocíamos a Matthews, y a Smith lo tengo visto desde hace muchos años. Sabíamos que era un gran tirador y que Matthews juega corto. La información la teníamos. El tema es que el jugador de Peñarol tiene en la cabeza el desgaste y no tiene el despliegue de siempre. La cabeza les dice que hay que guardar piernas para más adelante.
-Pero siempre hay un tiro abierto a mano. Salen muy naturalmente...
-Llevamos mucho tiempo juntos. Y son jugadores vivos, prácticos. Yo les dije en el vestuario que no habíamos jugado bien, pero que habíamos sido prácticos. Supimos donde hacer daño cada vez que había una gran necesidad. Es producto de lo que todos debemos buscar, que es la continuidad. Cuando venís de tres o cuatro años juntos, hay cosas que salen de memoria. Cuando tenés que cambiar el equipo cada cuatro o cinco meses, es más difícil.
Fuente: La Capital
Siempre es un placer dialogar con Sergio Hernández. Por su claridad de conceptos, por su predisposición natural a apoyar cada afirmación suya con un ejemplo para que todo quede clarito. El entrenador de Peñarol casi que da un título en cada respuesta. Dentro de los varios posibles ("Quilmes no se animó a ganar el partido", "Estuvimos para el nocaut", "Si perdés tres partidos, pasás de segundo a sexto", "Lo nuestro es producto de la continuidad", etc.), es justicia quedarse con sus definiciones sobre Leonardo Gutiérrez. Porque ya parece hasta normal que casi siempre juegue bien y muchas veces se pone el foco en otras cuestiones o jugadores para no ser repetitivos. Pero el cordobés jugó un partido monumental en el clásico más difícil de los últimos tiempos para Peñarol. "Se daba cuenta que no estábamos del todo bien y que hoy era el día de exigirse a fondo", le dijo tras el partido a LA CAPITAL.
-¿Sufrieron más de lo esperado?
-Yo siempre espero que los partidos sean duros. Conozco esta Liga, hace veinte años que estoy en ella, y he ganado y perdido partidos que no estaban en los planes. Se daba una situación que no se había dado mucho en los últimos tiempos. Ellos venían de ganar y nosotros de perder. Y además habían renovado la ilusión con dos extranjeros que les van a dar muchas cosas como Matthews y Smith. Nosotros nos habíamos comido 35 puntos en el último cuarto ante Lanús. Había como una cosa nueva. Como todos los equipos a esta altura del torneo, Quilmes jugó con mucha actitud, fue a buscar el partido, nos presionó, no nos dejó jugar. Nosotros estuvimos un poco desgastados, más allá de la baja de Lauría, porque Lamonte no está bien y durante el partido sufrimos por la acumulación de faltas de Leiva. Eso hace que Gutiérrez juegue muchos minutos, Campazzo lo mismo. Y no sólo es la cantidad de minutos, también que hacen un despliegue demasiado grande de cosas. Entonces, terminamos siendo un equipo muy evidente. Si no entran los triples de Leo, a casa. Nosotros sabemos que no jugamos bien y el 50% es mérito de Quilmes que hizo un buen trabajo. Creo que Quilmes, en algún momento, no se animó a ganar el partido. Que se entienda bien: en el deporte existe el miedo a perder y el miedo a ganar. Cuando ellos nos tuvieron como para ganar, pareció como que no querían que se rompiera nada, fue como si hubieran pensado siempre que la desventaja de cinco podía irse a quince en cualquier momento. No fueron ni para atrás, ni para adelante. Y nosotros estuvimos para el nocaut.
-Lo de Gutiérrez, especialmente, y lo de Campazzo fue deslumbrante. ¿Hasta qué punto las respuestas del equipo fueron individuales y hasta qué punto fueron colectivas?
-Si hacés un análisis de eso, todos esos tiros vienen del juego, son tácticos. Más allá de que en alguna jugada puede sorprender la rapidez de algún lanzamiento, si Leo llega al ataque rápido como último hombre y la defensa rival retrocede para evitar alguna penetración, se la vamos a dar para que la tire. Lo mismo si su defensor hace una mínima ayuda. Los brasileños, cuando Oscar jugaba, decían que los de él valían tres y los del resto, dos. Cuando él está conectado con el aro, es imposible pararlo. La única es no dejarlo tirar. Campazzo jugó gran parte del partido sin buscar mucho el aro. Pero cuando se dio cuenta que Lamonte no estaba, que Selem estaba bien defendido y Martín estaba afuera, decidió ser la segunda vía de gol. Resolvió tomar decisiones. Si no, ¿quién hace los puntos? La desesperación de Quilmes por quedarse pegado a Leo Gutiérrez en el final nos abrió la cancha y pudimos hacer tres o cuatro penetraciones que no habíamos hecho en el resto del partido.
-Nunca lo vimos a Gutiérrez exigirse tanto en un clásico como esta vez, ¿coincidís?
-Leo hace sus lecturas de la situación, el sabía que estábamos ahí...
-Olía el peligro...
-Exacto. Se daba cuenta que no estábamos del todo bien y que hoy era el día de exigirse a fondo. Por eso es el mejor de la Liga. Cuando tiene que jugar bien, juega bien. Al menos en cuanto a mentalidad, actitud, lectura de juego, liderazgo...Tal vez no siempre la mete como lo hizo esta vez. De lo contrario, sería titular en la Selección Argentina.
-¿Te preocupa a futuro, pensando en los play-offs, que el equipo necesite de tantos minutos de Leo y de Campazzo?
-No es lo ideal. Esto no es la NBA. Popovich, no sé cómo hace, puede darle dos partidos de descanso a Duncan y Parker. En esta Liga, hay pocas fichas. Tres son juveniles, se te lesiona uno, ya tenés ocho jugadores. De ellos, un jugador es de rol, no lo podés contar para que haga puntos. Entonces, no podés hacer descansar jugadores. Si perdés tres partidos, pasás de segundo a sexto. Intentar acceder al "1" y defender el "2" ante Libertad es una lucha titánica. Nos jugamos mantener la ventaja de cancha hasta la final y eso es mucho. En esta Liga, muchísimo.
-¿En cuánto influyó que con todos los cambios de último momento no hayan podido estudiar lo suficiente a Quilmes?
-Influye, pero no tanto. Volvimos de Lanús y pudimos hacer sólo una práctica para Quilmes. Mucho tiempo no había. Además, conocíamos a Matthews, y a Smith lo tengo visto desde hace muchos años. Sabíamos que era un gran tirador y que Matthews juega corto. La información la teníamos. El tema es que el jugador de Peñarol tiene en la cabeza el desgaste y no tiene el despliegue de siempre. La cabeza les dice que hay que guardar piernas para más adelante.
-Pero siempre hay un tiro abierto a mano. Salen muy naturalmente...
-Llevamos mucho tiempo juntos. Y son jugadores vivos, prácticos. Yo les dije en el vestuario que no habíamos jugado bien, pero que habíamos sido prácticos. Supimos donde hacer daño cada vez que había una gran necesidad. Es producto de lo que todos debemos buscar, que es la continuidad. Cuando venís de tres o cuatro años juntos, hay cosas que salen de memoria. Cuando tenés que cambiar el equipo cada cuatro o cinco meses, es más difícil.
Fuente: La Capital
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