Bahiense tenías que ser

Nació en la Capital del Básquet, cuna de grandes entrenadores. Su obsesión por el juego lo llevó a estar entre los mejores. Hoy ocupa un lugar en el que muchos quisieran estar.

-Hola. ¿Con Sergio Hernández?
-Sí, él habla (responde con el tono de voz de quien acaba de ser molestado en el mundo de lo sueños).

-¿Sería posible entrevistarlo durante su estadía en Santiago?
-Sí. No hay problema, mañana al mediodía podría ser. Lo espero en el hotel (responde todavía somnoliento, pero cordial).

El encuentro con Sergio Hernández se produjo el pasado viernes, en pleno mediodía santiagueño y antes de que su equipo, Peñarol, sufriera una paliza memorable en el Vicente Rosales. El entrenador de la selección nacional nunca mencionó la incómoda situación (¿a quién le gusta que lo despierten?) y accedió a la entrevista pactada, todavía sin haber probado un bocado del almuerzo que lo esperaba en el comedor de uno de los hoteles más coquetos de nuestra ciudad.

-¿Cómo y cuándo surge la idea de que el básquet podía ser una forma de vida para usted?
-En principio, soy bahiense (el orgullo se filtra en cada letra de este gentilicio). Y Bahía Blanca es una ciudad en la que desde chiquito ya tenés una pelota de básquet en la mano. Bahía hoy no está teniendo el suceso que pueden tener otros equipos en el país, pero sigue siendo la ciudad donde más se consume básquet en el país. La otra es que vivía a la vuelta del club, que es Villa Mitre, y era como estar en el patio de mi casa. Empecé muy joven, cuando tenía 15 años. Ese día estaba en el club y en el mini no había ido el entrenador y uno de los muchachos que manejaba el básquet formativo me pidió que ayudara. Cuando terminó, me propuso trabajar con los chicos. Para mí era como si me pidieran dirigir en la NBA. Eso fue en el año 79 y nunca más dejé de dirigir desde ese día. Jugué hasta los 21 años, estudiaba y entrenaba a algunas selecciones provinciales. Tomé la decisión de dejar de jugar, que era lo que peor hacía. Después pasé a Bahiense del Norte y agarré la camada de los Montecchia, los Ginóbili e incluso Pepe Sánchez. Tuvimos muchos éxitos en formativa y en la Primera y a fines del 89, Julio Lamas me llamó para trabajar en un campus en Cañada de Gómez y luego me pidió seguir como asistente en Sport Club de Cañada de Gómez.

-¿Es muy obsesivo en el estudio del juego?
-Uno va teniendo épocas. El básquet es muy cambiante. Cambian las reglas, las estrategias. No es lo mismo el tiempo de posesión del balón, con la línea de 3 o sin ella. Hubo muchas cosas que han ido modificando el juego y uno tiene que ir adaptándose. En una etapa de mi vida, iba a todas las clínicas, veía todos los partidos, tenía doscientos videos. Después, uno va bajando los decibeles. Yo tengo la fortuna de estar con la selección. Viajo, mi equipo juega y eso me permite ver qué hay de nuevo y adaptarme a esas ideas. Es como un posgrado permanente. Me gusta estar bien actualizado. No queda otra.

-¿Qué pasaba por su cabeza a mediados de los 80 cuando nació la Liga Nacional?
-Yo era medio inconsciente en esa época. Tenía 21 años y era como una locura. Había diez o doce personas que pensaban que ése era el futuro. El proceso estuvo encabezado por León (Najnudel) y ustedes lo tuvieron al Yoyo (Cavallero), que eran entrenadores que habían dirigido en España y sabían que ése era el formato de competencia. Los demás, entrenadores de 40 ó 50 años, dudaron. No apostaron a eso, porque parecía que era difícil por la situación económica y porque era un país larguísimo. Pensar que podía jugar La Rioja contra Comodoro Rivadavia parecía utópico. Nosotros, los más inconscientes, la disfrutamos muchísimo. Bahía arrancó, con Olimpo, Estudiantes y Pacífico. Veíamos a todos los jugadores y ese hecho hizo que el básquet argentino explotara. ¿Cuántas veces podía cruzarse Cortijo con Richotti? Una vez en el año. En cambio, con la Liga Nacional, comenzaron a enfrentarse seguido y eso los hizo crecer. Fue una gran creación.

-Había una suerte de enfrentamiento entre los campeonatos argentinos y la Liga Nacional.
-Fue un proceso de adaptación. Hay gente que todavía añora esas épocas. El tiempo demostró que la liga es la gran competencia, no sólo por el negocio que pueda llega a ser sino también porque comprobadamente hizo que el básquet crezca de manera vertiginosa. La madera estaba, hacía falta la organización. No significa que haya que olvidar a los campeonatos argentinos, que hizo que otros jugadores de categoría aprovecharan esos campeonatos como vidriera. Toda competencia sirve.

¿A qué le atribuye el regreso a la Liga Nacional de varios jugadores que estaban en Europa?
-En principio, han cambiado reglas en Europa. Y además, los jugadores están en una edad en la que desean volver. Muchos quieren vivir en la Argentina y terminar sus carreras. El desarraigo es muy duro. Creo que vieron que la liga está mejor, que se pagan mejores sueldos, que hay una Liga Sudamericana y eso los está entusiasmando para volver. Tampoco es bueno que haya un éxodo. Si un jugador quiere ir a jugar en la cuarta división de Italia, es un problema de él. Tampoco me gusta el éxodo de chicos de 15 años. El mejor básquet Fiba está en Europa. Lo mismo que se ve acá, sumale quince centímetros más. Imagínate un Julio Mázzaro de 2 metros. Nuestra liga es buenísima, pero no podemos pensar que estamos a la altura de la ACB.

¿Qué opina de Santiago como plaza de Liga Nacional?
-Los que consumimos básquet, recordamos a Santiago como un lugar donde el básquet tiene tanta importancia como el fútbol. Te nombro a Cortijo, al “Yoyo” (no es santiagueño, pero tuvo un papel decisivo en la organización del básquet en la provincia, su paradero se ha convertido en un misterio) y otros santiagueños que hicieron historia. Así, mientras haya historia, siempre es bueno que haya una plaza. Esa mística siempre es bienvenida en la liga. Como ciudad misma, es importante y puede tener uno o dos equipos. Muchos dirán que es una locura y yo tengo mis dudas al respecto. Las ciudades grandes, con historia, pueden contener dos equipos. Y este tema del clásico, bien tomado, estimula a cada uno de los equipos. Y hace que se mantengan más activos, que busquen más apoyo y más sponsors, porque hay que estar palo a palo con el primo. Cuando desaparece Olimpo, desaparece Estudiantes. Se va Independiente de Pico y y a los dos años, Pico FC deja la liga. Como entrenador de Peñarol, deseo que Quilmes no se vaya al descenso. Santiago es una buena plaza, definitivamente.

-¿Por qué cree que Quimsa sintió tanto no haber ganado la Liga de las Américas?
-Quimsa es campeón de Copa Argentina y de la Liga Sudamericana. Y fue protagonista de la Liga de las Américas, eliminando a Atenas en su propia casa. En vez de decir qué bueno, se dice qué malo que quedamos afuera. Me ha parado gente en la calle para decirme que les ganamos por paliza y ni siquiera se acuerdan que no jugaron los dos bases titulares. Nosotros sacamos provecho de una situación que estaba pasando Quimsa, que no tenía los dos bases y tampoco Marín que también podía jugar en ese puesto. Quimsa debe disfrutar enormemente del presente que está teniendo. Hay que disfrutar los caminos, no tanto las metas conseguidas. Fracasar es no intentar hacer algo. No hay que esperar a perder la plaza para después valorar lo que uno tenía. A Santiago se lo nombró en toda América este año.

Fuente: Diario El Liberal

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